Queridos Reyes Magos, dos puntos. Permítanme la ingenuidad de elevar unos deseos hoy, que es día de Reyes. Nada material, como debe ser. Al año que estrenamos no le iría nada mal algo de tolerancia, para unos y para otros. El insano ejercicio de indignarse por nada ha elevado el nivel de tensión social y política a unos índices que nada bueno auguran. Las redes sociales, el debate político, el entorno de la crítica y hasta la propia convivencia ciudadana y familiar, rebosa tensión, malhumor y ofendiditos por doquier.
Si nos aplicáramos aquello de que no ofende quien quiere sino quien puede, todo sería más llevadero. Nos indigna que en Bunyola se olviden del rey negro, que hagan una performance con un muñeco de Sánchez, que un exregidor haga el payasete con la mato en un pub y cualquier cosa que salga de lo común. La tolerancia y la empatía, mezclada con un poquito de autoestima, nos ayudaría a ponernos el mundo por montera cuando alguien quiera incomodarnos. Esa tensión que subyace hasta en la cena familiar con ese cuñado o primo que no soportamos, se expande como un gas que acaba impregnando las decisiones políticas más trascendentes del país y de parte del mundo. Les invito a pasar un poco más de quien nos ofende y dejar que se ahoguen en su propio vómito. No hay nada que indigne más que no poder indignar al que tienes delante.