Injuriar no es fácil y menos si como nuestra oposición de derechas, pretende basar todo su proyecto político en la injuria personal al presidente Sánchez, que ha encajado ya tantos insultos y vilipendios directos (incluido muñeco piñata) que no cabrían en una página de periódico, y es el saco de golpes más grande de Europa. Grave error técnico. La injuria personal exige para ser efectiva cierto ritmo, pausas, atención al detalle y la oportunidad, amplio vocabulario ofensivo, y, en definitiva, cultura. Menos ferocidad, menos griterío y más desdén, porque si se te calienta la boca con imprecaciones reiterativas, te atolondras y empiezas a mascullar y balbucear como un pendejo. Como un capullo. No ofende quien quiere, sino quien puede. Es la primera regla del arte de la injuria. La segunda es que si el vapuleo verbal resulta excesivo, reiterativo, moralizante y personalizado en un sujeto como causa de todos los males, suele resultar contraproducente y generar simpatías hacia el vapuleado, además de reforzar la cohesión interna de sus seguidores. Se le hace un favor al injuriado, que ya no necesita hacerse la víctima, con el desprestigio que conlleva, porque sus rivales le han ahorrado ese trabajo. Ni el PP ni Vox me pagan por asesorarles, ni ganas, por lo que si su única política nacional es el ataque ad hominen, no seré yo quien les explique cómo injuriar con sentido. Basta decir que el Gobierno, sometido a las amenazas y exigencias de sus socios independentistas, estaría ya mucho más debilitado si ellos no concentraran en la persona del señor Sánchez toda su potencia de fuego (y sus pataletas), de modo que cada vez que la improbable coalición se tambalea, acuden a salvarla con una nueva andanada de insultos. Incluyendo hijo de fruta, cómo no. Sus injurias son un verdadero arbotante que soporta y deriva la presión de la cúpula y si siguen así, hasta puede que aguante cuatro años de legislatura tortuosa. Injuriar como Dios manda no es fácil, requiere acusaciones más vagas y genéricas (leninista, por ejemplo, ahora que hace un siglo de la muerte de Lenin), intercaladas entre los insultos personales. No poner todos los huevos en el mismo cesto. Nunca funciona.
Injuriar no es fácil
Enrique Lázaro | Palma |