Eran faros en la niebla, referentes, opiniones lúcidas que nos hacían ver las cosas con claridad. Esperábamos con ilusión sus nuevos libros y devorábamos cuantas entrevistas les hacían. Los necesitábamos. Y ahora que les necesitamos más que nunca, ¿dónde están? ¿Qué ha sido de los intelectuales? Bajo esa etiqueta habitaban los Galeano, Sampedro, Saramago, Delibes, Sartre, Beauvoir, Brecht, Miller, Hessel, Chomsky y tantos y tantos otros. La mayoría murieron, pero, ¿quiénes vinieron después? El panorama es desolador. Hoy, cuando el mundo está cubierto por un espeso manto de niebla que apenas nos deja ver, cuando la mentira ha arrinconado a la verdad, cuando cada día es más difícil encontrar a alguien con opinión propia, cuando muchos medios de información no son más que receptáculos de opinadores a sueldo, cuando nos enfrentamos a problemas nuevos para los que no sirven las respuestas de toda la vida, hoy, justo hoy, ellos ya no están.
Les han sustituido influencers, youtubers y opinadores, tertulianos que pretenden saber de todo para ocultar que no saben nada. El espectáculo ha devorado al conocimiento y el entretenimiento a la cultura. La era digital nos ha aislado, vivimos en nuestras pequeñas burbujas donde valores como solidaridad, justicia o generosidad no tienen cabida. Es la época del yo, mí, me, conmigo. El nosotros ha muerto. Lo mató nuestra estupidez. El mundo se va a la mierda y a nosotros nos preocupa si gana el Madrid o el Mallorca, nuestra ignorancia y nuestro egoísmo nos han llevado a que nos quedemos cómodamente sentados frente al televisor viendo cómo el ejército israelí asesina impunemente a niños. Y callamos. Y no hacemos nada. Y permitimos que pase. Nos consolamos pensando que eso es un tema de los políticos, algo ajeno a nosotros, algo que no podemos solucionar… pero los niños siguen muriendo, las bombas siguen arrasando escuelas y hospitales y nosotros seguimos callando.
No hace mucho fuimos millones los que salimos a las calles para gritar ‘No a la guerra'. En aquella ni siquiera vimos a los muertos, solo unas lucecitas verdes que estallaban a lo lejos, pero nosotros salimos a las calles. Hoy vemos asesinar a niños en nuestra televisión y seguimos tomándonos tranquilamente el café. La desaparición de los intelectuales nos llevó a no cuestionarnos las cosas y a arrinconar valores como la defensa de los derechos humanos. Hoy miles salen a las calles detrás de una bandera, pero pocos, muy pocos, detrás de aquellos valores que un día no lejano nos hicieron ser seres humanos.