Ya lo escribió Carmen Martín Gaite: ¡Lo raro es vivir! Usted va tranquilita, paseando por la calle y viene un desconocido, le intenta estampar un beso y después lamerle la cara. En este acto de violencia, un policía acaba siendo agredido al detener a ese hombre que un año después es contratado como director general del Ibetec, un organismo del Govern balear. O sea, a usted le acusan de agresión sexual pero en función de su amistad con el vicepresidente del Ejecutivo acaba con un alto cargo en su hoja de servicios y en su bolsillo. Entre amigos anda el juego porque la presidenta del gobierno autonómico balear no tenía idea. La luz ha venido del juzgado de instrucción de Palma que ha ordenado la apertura del juicio oral. La Fiscalía le pide tres años. La oposición, la dimisión.
Vamos a ponerle el cascabel al gato. El acusado en cuestión es Juan Antonio Serra Ferrer. El fiel amigo, que a sabiendas de la agresión y sin contrastar su decisión con la presidenta, es Antoni Costa, vicepresidente y conseller de Hacienda, Economía e Innovación. Sabrá de números, pero de lealtad a su presidenta, Marga Prohens y de deber a la Comunitat que representa, poco. Por no hablar de la nula sensibilidad hacia las mujeres que son besadas y lamidas sin su consentimiento. Hay una ley, la de violencia de género, que se debe cumplir. Y desde luego denunciar. Su amigo no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Usted lo sabe y le da un cargo.
En su defensa, Costa esgrime un «me equivoqué», amparado en su confianza en la presunción de inocencia del amigo, y de que el caso no iba a proseguir. Pero la Fiscalía ha levantado el velo, ha estallado el escándalo. Por eso, solo por eso, apean al amigo, pero el vicepresidente no dimite. La oposición y los grupos feministas siguen exigiendo su salida. Amparado en una más que endeble disculpa, es revalidado en su puesto por el gobierno del PP en alianza con Vox; se crece Costa y acto seguido se ceba con la oposición y les restriega el caso de las menores tuteladas y que defiendan la ley del sí es sí. «No aceptaré una lección sobre cómo combatir la violencia contra las mujeres». Ya hemos apreciado señor Costa cómo combate usted la violencia de género.
En otro escenario, la violencia alcanza al verbo y toma el pleno. Las geografías se juntan. Mallorca se parece cada vez más a Madrid. Ayuso, la deslenguada, se ha colado en el Ayuntamiento de Palma esta semana en su sesión plenaria. El concejal de Movilitat le ha propinado, como fin de su intervención, un «Me gusta la fruta» a la regidora de Més Neus Truyol. Ya sabemos que en el lenguaje popular, el «Me gusta la fruta» es hijo de puta. Piden que se retire pero el alcalde como si nada. Se levanta la oposición y abandona el pleno. Lo raro no es vivir, querida Carmen, lo raro es que en democracia gobiernen estos frutos. Como ya sabemos, lo raro es cada vez más habitual.