No lo reconocerán en público pero entre los socialistas existe un sentimiento de vértigo solo aminorado por la satisfacción que produce permanecer en el poder. Establecer un muro con la mitad de España es una opción que a algunos les produce especial alegría pero esa alegría se puede transformar en un sentimiento de frustración. Saberse presidente legítimo de la mitad de su país debe añadir un elemento de reflexión, máxime cuando sus socios no le han dado un minuto de respiro y día sí y día también le recuerdan que, sin ellos, no podrá tomar ni un minuto de aliento.
El vértigo no reconocido está más que justificado pero es lo que han elegido. No es verdad que no hubiera otra opción. Las elecciones reparten cartas y luego cada cual juega la partida que quiere y Sánchez ha elegido la partida más arriesgada. Es curioso que se amnistíe a Puigdemont y no se les haya pasado por la cabeza ‘amnistiar' a Núñez Feijóo, no para llegar a pacto alguno con el PP , sino para establecer con el principal partido de la oposición unos mínimos de convivencia y relaciones institucionales. Dicen que cómo va a ocurrir eso cuando quieren acabar con el sanchismo. Cabe preguntarse cómo es posible caer en manos de Junts cuando lo que quiere es la autodeterminación y a día de hoy sigue considerando que la democracia española es un estado represor.
Sánchez ha optado por mantenerse en el poder, por la más arriesgada partida para los españoles, pero sobre todo para el propio socialismo que de manera impensable hace apenas unas semanas está dispuesto a reunirse fuera de España con Puigdemont y además con verificadores internacionales.
La última es que es un error acudir a Europa a hablar de la ley de amnistía. Resulta que la legislatura se firmó en Bruselas y será fuera de España, con verificadores internacionales. Pero no, esto no es internacionalizar, es tomar copas.