Florence Schechter abre las puertas en Londres del primer Museo de la Vagina, para crear un espacio seguro donde dar a conocer el sistema sexual femenino. La gente necesita saber más de estas cosas y no le resulta fácil. Es preciso romper con las mentiras generadas en torno a esta parte del cuerpo. Prejuicios tan infantiles como que los niños visten de azul y las niñas de rosa, que los hombres sólo piensan en el sexo, que la vasectomía causa impotencia, que la virginidad es el mayor valor de la mujer, que las personas mayores no tienen vida sexual, que el sexo adelgaza, o verdades como que en sexualidad nadie lo sabe todo, que no es justo llamar sinvergüenza a una mujer cuando manifiesta su deseo erótico, que la sexualidad es una fuente de salud y bienestar. Convendría conocer los tipos de enfermedades de transmisión sexual, cómo desarrollar el embarazo saludable y admitir que la sexualidad también forma parte del equilibrio mental. El Vagina Museum pretende echar un poco de luz sobre todo eso, y acoger además manifestaciones artísticas importantes.
¿Cuántas veces nos hablaron nuestros padres y nuestros educadores sobre estas cuestiones? Diría que muy pocas, una, o ninguna. Tuvimos que aprender en charlas marginales con los amigos o en escarceos que nuestros mayores calificaban de «escabrosos». («Escabroso: Peligroso, que está al borde de lo inconveniente o de lo inmoral», según el diccionario). En tiempos de mi niñez todo estaba al borde de lo inmoral, incluso los besos de las películas. Es curioso lo del sexo. Ahora mismo hablamos del primer museo del mundo dedicado a la vagina, y en cambio, ¿cuántos museos bélicos habrá por ahí? Muchísimos. Entre los más emblemáticos, el Museo del Ejército de Toledo, el Museo de Aeronáutica de Madrid, el Museo de la Gran Guerra de Moscú, el Museo Imperial de la Guerra de Londres, el Museo de Historia Militar de Viena, el Palacio Nacional de los Inválidos de París, el Museo de la Primera Guerra Mundial de Kansas City, el Museo de Aviación Naval de Florida, etc. Y sin embargo la guerra sirve para matar y en cambio el sexo para dar vida.