El conflicto entre israelíes y palestinos se remonta a los anales de la Historia y ha desencadenado innumerables guerras. Las producidas con posterioridad a la creación del Estado de Israel, en 1948, han supuesto, invariablemente la reducción de tierra para los palestinos que habitaban aquella zona desde hacía siglos. De nada han servido los acuerdos de Naciones Unidas instando a la creación de dos Estados y a la devolución de parte de los territorios ocupados por Israel. El holocausto judío a manos de los nazis y la conciencia culpable que ha pasado de generación en generación en los países donde se perpetró se encuentra detrás de que se haya permitido a Israel incumplir todas las resoluciones de la ONU. Los palestinos, apoyados por gran parte de sus vecinos árabes, se cerraron muchas, demasiadas veces, en banda en sus reivindicaciones impidiendo alcanzar acuerdos de paz. El paso del tiempo agudizó las posturas extremas donde sólo habita el odio.
Sea dicho esto para contextualizar, que no justificar, el ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre. Nada puede justificar lo que hicieron, como nada puede justificar lo que el ejército y el Gobierno israelíes están haciendo desde entonces. Es una masacre sin precedentes donde los objetivos civiles, desde hospitales a centros de la propia ONU, son atacados impunemente. El ataque de Hamás está siendo utilizado por los israelíes para justificar lo injustificable. La legislación internacional condena lo que está haciendo, pero Israel sigue asesinando inocentes sin que nadie mueva un dedo para evitarlo. Los grandes líderes se llenan la boca atacando a Putin y su crueldad. Nada dicen de la de Netanyahu. Para ellos siempre habrá muertos de primera y de segunda y quien defiende al pueblo palestino y el cumplimiento de los DDHH es considerado antisemita.
EEUU y sus aliados hablan de establecer corredores humanitarios, de establecer una pausa, una vergonzosa pausa en la barbarie. Cualquier intento por forzar un alto el fuego real es sistemáticamente vetado. Altos mandos israelíes pregonan que el objetivo es convertir la franja de Gaza en un erial invivible. Aquí los opinadores se pasan el día discutiendo si se trata o no de un genocidio. Mientras, allí, en Gaza, cientos de niños y de inocentes siguen siendo asesinados impunemente cada día. Sólo en las protestas de muchos judíos y de miles de personas de cualquier etnia o religión en todo el mundo contra lo que está haciendo Netanyahu podemos encontrar un rayo, pequeño pero incombustible, de esperanza.