Del África negra sabemos poco porque se nos informa poco. Al parecer, las cosas que ocurren tan lejos no interesan y solo saltan a la palestra cuando algún conflicto bestial enfrenta a dos países. Conflictos que no escasean, por desgracia. El Banco Mundial dice que hay 22 países africanos inmersos en guerras o disputas violentas ahora mismo. El rosario de golpes de Estado es ya algo tan habitual que ni sorprende. Un gran corrupto suele sustituir a otro gran corrupto, con la bendición de las antiguas metrópolis que lo único que necesitan es garantizarse la extracción intensiva de las riquezas del continente. Es un lugar enorme, que acuna a tanta gente como China, con una media de edad de 25 años, lo que significa un inmenso potencial. Su problema más acuciante, lo sabemos desde hace un siglo porque los bienintencionados cooperantes no han dejado de repetirlo hasta la extenuación, es la pobreza extrema. Con ella vienen siempre aparejadas la falta de educación, sanidad, justicia, igualdad... El típico panorama desolador. Sus gobernantes no parecen estar en mejor posición, han triplicado la deuda pública en los últimos años, la inflación se mide siempre con dos dígitos o más y cientos de miles de personas ven en la emigración desesperada su única salida. Sin embargo, también África tiene una carrera espacial. Sí, a pesar de no haber resuelto ninguno de los desafíos más básicos de su población, también quieren apuntarse a la fiebre por la conquista del espacio. Han comenzado por colocar satélites y no piensan parar, a pesar de que la mitad de la población no tiene acceso a la electricidad. A mí me parece empezar la casa por el tejado, pero ya digo, sabemos poco.
África espacial
Amaya Michelena | Palma |