Son legión los buenos pintores, y los malos, que han pasado por Mallorca, especialmente a principios del siglo XX por la zona de Pollença y Valldemossa, embelesándose por la luz (siempre la luz) y los paisajes eternos -que esos sí que deberían ser memoria histórica- de la serra de Tramuntana, con sus olivos retorcidos, sus calas cristalinas y sus cantiles ante los que se acogotan los pinos de fina estampa. Por la serra de Tramuntana pasaron pintores excelentes, como Antonio López Torres en 1941, tío del pintor español más importante que tenemos en el siglo XXI, me refiero a Antonio López García, con quien tuve la suerte de pasar unas horas hace poco; fue acompañándole, a petición suya, a comprar fruta glaseada en Casa Mira (calle San Jerónimo) y luego a adquirir dos palmeras en la pastelería El Pozo de Madrid, una para él y otra para mí (pagó él). Me señaló, don Antonio, los alerones y buhardillas, en la calle Victoria; es decir, la fachada de la pensión en la que vivió cuando estudiaba con penalidades económicas en la Real Academia de Bellas Artes. Torcimos la rúa y fuimos luego a la Puerta del Sol, donde don Antonio -a quien también le gusta lo suburbano edilicio- buscó un punto de luz y una perspectiva, y ya aclarado el Maestro con su sextante mental, unos meses después se puso con el caballete en ese preciso punto a crear puntillosamente -como en El sol de los membrillos- una escena matritense que pronto se convertirá en icónica y que esperamos ver lo antes posible.
Pero hay un artista manchego importante que recorrió nuestra Isla y de cuya breve estancia apenas sabemos casi nada. Me refiero al pintor costumbrista, ilustrador y cartelista Carlos Vázquez Úbeda (1869-1944). Vázquez estudió en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), luego se fue a París, al estudio de León Bonnat (1899). De vuelta a Barcelona frecuentó la cervecería Els Quatre Gats (donde se hizo amigo de Picasso, Rusiñol y Ramón Casas) y empieza a publicar sus dibujos en Blanco y Negro. En 1901 se casa con Matilde Garriga Coronas, miembro de una potente familia burguesa catalana. A la boda va su gran amigo Joaquín Sorolla que le hizo un retrato para la ocasión. Matilde y Carlos fueron a Mallorca en 1902, se alojaron en el Gran Hotel, mandaron varias postales con escenas de Pollença y de Sóller con sus curvas, al matrimonio sorollesco. Solo he encontrado un cuadro de Vázquez pintado en Palma, pero tiene que haber más cosas. Vázquez y Sorolla tenían estilos completamente distintos, uno era realista y el levantino disolvía la paleta. Les unía el interés por los trajes típicos y por los tipos de una España que comenzaba a dejar de existir (casi como Solana, en otro estilo). Es muy complicado poder consultar el archivo de Vázquez, sus papeles, que tal vez nos darían información sobre su viaje a Mallorca, son propiedad de la Fundación Barraquer y sobre los mismos se hizo una tesis doctoral que no he podido localizar. La realidad artística mallorquina, densa e intensa, sigue siendo en parte desconocida, hay todavía mucha tela que cortar.