Todo apunta a que el Gobierno en funciones y todos aquellos que le apoyan pretenden de aceptemos el pulpo como animal de compañía. Si con argumentos razonables se ponen pegas al sobrevenido interés por el uso de las lenguas oficiales de las comunidades autónomas, es que eres un jacobino que además odias las diferencias. Si consideras con argumentos más políticos que jurídicos que la amnistía no es una medida justa y poco o nada aceptable es que no estás por la convivencia, y si consideras inapropiado que una vicepresidenta del Gobierno se vaya a ver a Puigdemont y rechace media hora de conversación con quien la próxima semana va a representar a once millones de españoles, pues da igual. A todo esto, resulta que el acto del domingo organizado por el PP forma parte de una especie de complot, no a las medidas del Gobierno, sino al gobierno progresista, resulta que el ejecutivo en funciones es una víctima de la incomprensión, de la cerrazón de la derecha. Es sorprendente que el presidente del Gobierno en funciones pudiera pensar que si acude a las elecciones con unas propuestas para luego hacer todo lo contrario no hubiera respuesta alguna. En ocho días, Núñez Feijóo comprobará que su investidura va a resultar fallida, se acaba para el PSOE eso de que es el tiempo de Feijóo, argumento que se utiliza para no explicar lo que se está pergeñando. No hay pulcritud democrática, hay interés y necesidad de tiempo para ultimar los acuerdos con quienes, según Sánchez, cometieron delito de rebelión y que hoy son merecedores de la máxima atención e incluso del olvido de sus delitos.
Como pretenden que aceptemos el pulpo como animal de compañía pretenden que veamos en sus pactos sobre las lenguas, la amnistía y lo que venga actos de grandeza, de generosidad patriótica. Y no, no hay nada de eso. Lo que hay es la necesidad de siete votos, de manera que no hay que aceptar el pulpo como animal de compañía aún a riesgo de ser introducidos en el saco del fascismo y del odio.