Ya están en libertad con cargos los cuatro detenidos que intentaban verter 400 litros de líquido oleaginoso durante el paso de la Vuelta a España. Excuso decir la que se hubiese armado de haberlo conseguido, con caídas de los ciclistas y hasta lesiones graves con motivo de la tragedia.
Pues bien: su detención ha sido considerada un acto más de represión del Estado por los independentistas catalanes y su salida del juzgado valorada como una victoria de sus tesis radicales.
El dispositivo para verter aceite no ha sido la única acción de boicot al paso de la Vuelta ciclista. Días antes se había sembrado la carretera de tachuelas que provocaron decenas de pinchazos y no hubo desgracias personales porque la fortuna así lo quiso. Todo, una acción y otra, se debe a que la prueba ciclista se denomina Vuelta a España y pasa por Cataluña; es decir, toda una provocación para las mentes separatistas.
A estas alturas de la película ya nada sorprende: ni la actitud de los soberanistas, ni la violencia de sus actos, ni la benignidad del juez, ni la reacción contra la represión de las instituciones y las gentes separatistas.
Cualquier acto que perturbe la paz y la convivencia, por dramático que sea, será contemplado por sus perpetradores y sus corifeos como una acción legítima de autodefensa ante el opresivo Estado español. Además, una acción sin prácticas consecuencias penales. Ahí están, si no, los dimes y diretes de la inminente amnistía –o como quiera llamarse– de los imputados por el 1 de Octubre. O sea, que es un estímulo para delinquir, ya que cualquier acción punible en pro del independentismo puede ser borrada y eliminada como si tal cosa.