El presidente del Gobierno en funciones insiste en asegurar cada vez que puede que la economía española va como una moto. Sin embargo, esta semana hemos conocido datos tanto de la eurozona como de la OCDE que desmienten esa afirmación. Para empezar y según la organización mundial, la economía española, a pesar de haber logrado por fin superar los niveles anteriores a la pandemia del COVID, es la cuarta con un comportamiento peor. De hecho, España ha sido uno de los últimos países en lograr recuperar esos niveles. La economía llegó a perder casi un 11% de su riqueza en 2020 y ha tardado casi 4 años en volver a la riqueza perdida. Hay que tener en cuenta además que la inflación, que comenzó a registrar tasas muy altas meses antes de que desatara la invasión de Ucrania por Rusia, ha provocado que los españoles hayan sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo.
Y los problemas se van a agudizar. Hoy, la mayoría de los expertos asegura que la inflación va a continuar siendo alta aún muchos meses, lo que afectará a la renta disponible de los ciudadanos. Más si tenemos en cuenta que muy probablemente los tipos de interés aún suban algo más complicando la vida de hipotecados y endeudados.
Resulta, por tanto, irresponsable y manipulador contar a los españoles que todo va de maravilla, que no hay ningún problema. Máxime si finalmente el año próximo vuelven las reglas fiscales y el gobierno de turno, en lugar de hacer como Alemania, ni baja el gasto público ni reduce los impuestos, sino que al contrario sigue gastando y aumenta la carga impositiva como en su momento prometió a Bruselas para recibir los fondos. No va a ser fácil afrontar el coste de la vida en el corto y medio plazo, si además contamos con que miles de millones de euros se dedicarán a satisfacer las exigencias de los futuros socios de Pedro Sánchez tanto para lograr la investidura como después para gobernar. Ni en crecimiento, ni en precios, ni en poder adquisitivo somos modelo.