Si lo que parece es cierto –que Feijóo no conseguirá los apoyos que precisa para presidir el Gobierno– y seguimos mirando como si tal cosa esa película de la que ya sabemos el final, es que somos de la generación de Colombo, esa serie que empezó a emitirse por TVE allá por 1974 y cuyos episodios se intercalaban con otros de otras series de detectives y policías –Colombo era teniente– en un espacio que se llamaba Estrenos TV. Lo que diferenciaba a Colombo de las otras, es que el final era los de menos. Empezaba fuera de cualquier orden lógico en una serie policiaca (mostrando no sólo el crimen sino revelando quién era el asesino o la asesina) y nos pegábamos a la pantalla por ver cómo lo descubría todo y el culpable se derrumbaba.
El teniente Colombo, el de la gabardina raída y que dejaba el rastro de la colilla de su puro allá por donde pasaba, aparentaba ser muy despistado, se olvidaba las cosas y volvía sobre sus propios pasos. Otras series de aquella época (Kojac, Banacek o McMillan y esposa) se ajustaban más al guión del género donde sólo al final se descubría todo, pero eran las cuitas del teniente italiano (y su invisible pero a la vez omnipresente esposa) las que nos pegaba ante el televisor. Por eso miramos esta investidura que tiene visos de ser investidura fallida como mirábamos Colombo: sabiendo cómo acabaría todo.
Quizá también como quien mira Colombo, debe estar ahora mirándolo todo Díaz-Ayuso y medio PP. ¿Pero quién es el Colombo de todo este festival? ¿Será Pedro Sánchez? Pues eso casi es lo de menos. En realidad, lo más relevante de todo esto es asistir a cómo se las ingenia Feijóo para alargar el final que (aparentemente) todo el mundo conoce y las propuestas que se va sacando de la manga (ayer mismo) para salir airoso. La realidad se parece cada vez más a la ficción y todo sería cómico si no fuera tan serio. Y agotador a la vez.