La vicepresidenta y ministra de Trabajo es campeona en ponerse medallas sobre la gestión de su ministerio. No lo hace únicamente por la supuesta mejora de los datos de desempleo, sino también por la calidad del empleo que ha proporcionado en su opinión la reforma laboral, así como por el funcionamiento del SEPE. Sin embargo, ninguna de las tres acciones merece el aplauso. Los datos de paro son sistemáticamente maquillados. Los contratos fijos discontinuos, que se han multiplicado exponencialmente, no figuran en las listas del desempleo, a pesar de que cuando cesan temporalmente los trabajadores con esta modalidad de contrato sí cobran el paro en esos periodos de inactividad.
En cuanto a la mejora en la calidad del empleo, más de lo mismo. Mes tras mes, se constata que el empleo se ha troceado. Hay más cotizantes a la Seguridad Social, pero casi la mitad firma varios contratos en un mismo mes y la duración de los mismo es en un elevado porcentaje a tiempo parcial. De hecho, los contratos fijos de 8 horas son una rara avis. Tampoco se han recuperado las horas trabajadas que aún continúan por debajo de las tasas anteriores a la pandemia. Mes tras mes, el sindicato USO viene informando de estos maquillajes. Por ejemplo, nos avisa de las personas que trabajan una hora y que el gobierno considera ocupados o cómo contratar el lunes y despedir el viernes es el pan nuestro de cada día.
Por lo que se refiere al SEPE, dependiente de Trabajo y con la labor de ayudar a los parados a encontrar trabajo, hay que decir que solo 1 de cada 100 desempleados encuentra un empleo por esta vía. Además, el destrozo laboral que Yolanda Díaz ha logrado en el organismo es digno del Récord Guinness. Durante la pandemia fue un auténtico calvario para empresas y trabajadores ser atendido por el organismo, pero después ha seguido funcionando igual de mal o peor, ya que la ministra ha echado a la calle a decenas de técnicos y trabajadores interinos degradando aún más este servicio público.