Todavía quedan medios de comunicación en España que hablan de «presunto asesino» al referirse a Daniel Sancho, cuando procesal y gramaticalmente es un «asesino confeso», pues él hizo la confesión del asesinato de Edwin Arrieta en Tailandia.
Otra de las características de este caso que llama mucho la atención es que son bastantes los medios que velan la cara del asesino, como si se tratase de un menor cuya imagen pública conviene salvaguardar.
No son más que dos detalles que demuestran el cuidado y hasta el afecto con que se trata la imagen de un famoso –más bien su padre, el actor Rodolfo Sancho– por esos mismos medios con los que hay una simbiosis de intereses, que hacen que el trato que reciben esas celebridades sea de favor, si se le compara con el resto de los mortales. Sin duda, eso pone en cuestión la objetividad de gran parte de la prensa, ya sea audiovisual o escrita, al tratar los casos criminales o cualesquiera otros. No hay más que recordar otros precedentes de triste memoria para ver la benignidad del tratamiento en este caso.
Es más. Esos mismos medios benevolentes con el criminal han hecho hincapié en el sufrimiento de la familia del homicida por la tragedia, olvidándose del dolor de la familia de la víctima asesinada. No sé cómo evolucionará procesalmente este caso, pues corresponde a los tribunales de Justicia dilucidar la responsabilidad concreta del victimario, hasta incluso declararlo no culpable a pesar de su confesión. Pero mientras tanto cabe pedir un poco de objetividad a los medios de comunicación y de recordar a quienes voluntaria y deliberadamente lo olvidan que todos somos exactamente iguales ante la ley.