Se han alineado los astros de tal guisa que nos han metido en la semana de las estrellas. Las perseidas han sido generosas y estas noches tórridas en tierras del sur peninsular, poco contaminadas por luces artificiales y con la luna en menguante, se han visto muchas gentes en miradores y alturas de los pueblos mirando al cielo y señalando con el dedo índice –qué manera de señalar– las motas de polvo estelar entrando en la atmósfera. Creo que no había deseos suficientes para tanta lluvia de estrellas fugaces. De agua, ni gota desde primavera; de estrellas, como nunca. Se abre paso el como nunca para comparar los efectos climáticos y meteorológicos de este verano infernal. Nunca la política se había atrevido tomar grandes decisiones a mediados de agosto y las estrellas de las últimas elecciones caen en bloques sobre las butacas del Congreso para ver si hacen algo para salvar una legislatura que se prevé enrevesada aunque se abra paso algún presidente de Gobierno. Las jugadas están sobre la mesa y lo que salga de la mesa presidencial marcará los movimientos de los días que vienen, cargados de exigencias y condiciones. Los pesimistas pronostican que esas estrellas también serán fugaces y que su luz se apagará cuando llegue septiembre. Repetición de elecciones. Pero ni meteoritos de las perseidas ni astros de las urnas, que lo que ha iluminado este verano ha sido el gesto de Eva Amaral con los pechos al aire, al ritmo de Revolución, por la dignidad y fortaleza de las mujeres. Esplendorosa. Las tetas de España. Bueno, de la parte avanzada y tolerante.
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