Valldemossa celebra hoy la fiesta de la Beata y es importante recordar uno de sus milagros: la protección de todos los vecinos del municipio durante la Guerra Civil. Este y el pequeño pueblo de Estellencs fueron los únicos de los 53 de Mallorca que no sufrieron ningún fallecido. Valldemossa es un caso insólito porque entre sus 1.600 habitantes había gente de izquierdas y derechas y todos sobrevivieron a la represión, los bombardeos y los frentes de guerra. Los mayores del lugar tienen clara la causa: «La Beata protegió el pueblo».
Margalida Colom Colom, Colomet, es la mujer más mayor de Valldemossa. Ha cumplido 102 años y tuve el placer de conocerla este miércoles. Tenía 15 años cuando estalló la guerra y recuerda con nitidez «el ruido y el resplandor de las bombas» que llegaban desde Palma, mientras ellos apagaban las luces para sortear los bombardeos. Por el día, se dedicaban a recoger olivas y a tejer, mientras los hombres trabajaban en el campo.
Asegura que no pasaron hambre gracias al intercambio de productos, pero sí hubo mucho miedo por la represión: «Venían grupos de falangistas gritando ‘Arriba España' y al que no levantaba el brazo le obligaban a beber aceite de ricino. A un tío mío le obligaron». Corría el rumor en el pueblo que trajeron izquierdistas de Palma o Sóller y «los tiraron por el precipicio de Ca Madò Pilla». Margalida se refiere al mirador al mar del Hotel Encinar, en la carretera hacia Deià. Sobre ello, el historiador Damià Quetglas afirma que arrojaron a tres hombres y luego los enterraron en un lugar secreto. Todavía nadie sabe sus nombres.
Valldemossa fue un caso especialmente extraño porque ni siquiera fue detenido el alcalde republicano, Vicenç Colom. Los historiadores coinciden en que la clave fue que el capellán, Joan Mir; el sargento de la Guardia Civil, Joan Nadal, y hasta el jefe de la Falange local, Bruno Morey, protegieron a sus vecinos de los grupos de falangistas que venían de fuera. En Valldemossa, ser del pueblo era más importante que la ideología política.
Entre 1937 y 1939 decenas de valldemossins lucharon en los frentes de la Península, incluida la Batalla del Ebro, pero tampoco murió ninguno. Es curioso porque pueblos mucho más pequeños como Deià o Fornalutx sí sufrieron víctimas mortales. En agradecimiento a la protección durante la guerra, Valldemossa levantó en 1941 un monumento al Cor de Jesús. Todavía se mantiene en un montículo junto al campo de fútbol, mirando hacia el pueblo, con una imagen de la Beata y la inscripción en latín «Gracias por tu inmensa predilección». También una de las calles del pueblo sigue dedicada al capellán Joan Mir.
Margalida Colom ya no se puede mover pero se empeñó en votar en las elecciones municipales del pasado 28 de mayo. El notario fue a casa para que pudiera votar por correo. En cambio, en las elecciones generales de este domingo no participó. A ella solo le interesa elegir a su alcalde. «Nadal [Torres] es muy bueno. Cuando era pequeño su madre se iba a pescar y él no lloraba ni nada», explica.