Me acabo de enterar, escuchando la radio, de que Oppenheimer dura tres horas justas, así que he decidido que esperaré a que esté disponible para ver en casa y pueda dedicarle todo un fin de semana (para mí los fines de semana cinematográficos empiezan necesariamente el viernes justo después de comer porque si no no me dan para una película entera). De todas formas, y por si las moscas, he empezado por ponerme al corriente de los detalles de la historia por medio de la Wikipedia
A veces me pregunto cómo es posible que de niño, cuando todavía existían aquellas dobles sesiones en los viejos cines de toda la vida, pudiera tragarme dos películas en solo una tarde (y una de ellas, la de reestreno, igual hasta por segunda vez). Ahora mismo puedo empalmar tres capítulos de una buena serie seguidos, pero a duras penas soy capaz de aguantar sentado ante el televisor durante la hora y media que dura una película de Hollywood de las normales (del cine español mejor ni hablemos), así que ya solo voy al cine cuando tengo otras intenciones.
Siempre me han causado inquietud aquellos que van al cine solos y algo cercano a la compasión los que siguen yendo en pareja. Ya escribió Joseph Roth en su día que el cine era aquello que les estaba reservados a los hombres cuando no sabían qué otra cosa hacer.