España está ostentando la presidencia rotatoria de la UE. Recuerdo cuando no se podía decir que Pedro Sánchez podría adelantar las elecciones porque cómo iba a dejar pasar el momentazo europeo. La teoría decía que eran muy importante para el presidente las decenas de reuniones y decisiones que se tomarían en la UE de julio a diciembre y la gran pasarela propagandística que le iba a suponer. Ahora que estamos de lleno en ese tiempo, a nadie parece interesarle el asunto y menos a Pedro Sánchez que de hecho ha convocado elecciones para el próximo domingo en el primer mes de esa interesantísima e indiscutible presidencia.
Ya en el primer contacto con los miembros de la Comisión comprobamos que muchos no vinieron a España. Después hemos visto cómo una cena importante en Bruselas era menos importante para Sánchez que un mitin en Huesca. Las encuestas dicen claramente que el PSOE tiene más que complicado ganar las elecciones y menos gobernar otros cuatro años y el secretario general ha cambiado la estrategia y ha vuelto a los mítines. Una campaña errática en la que no logra convencer ni de que la economía va como una moto, ni que es humano. Perdió claramente el debate, porque Feijóo estuvo bien y por despreciar al oponente y mentir a la cara a los españoles con absoluto desparpajo.
Además, desde la UE están llegando muchos recados que no dejan precisamente bien la gestión de este gobierno. No únicamente de los fondos europeos. España es de los pocos países que no han publicado la lista de los 100 beneficiarios de esos fondos y sigue sin informar de forma transparente sobre el destino de los miles de millones de euros que ya hemos recibido. También Bruselas amonestó a España por incumplir más de 100 normas. Puede que a Sánchez le importe poco. Pero, los tirones de oreja, las amonestaciones y llamadas de atención son a España y el gobierno que salga de las urnas se verá obligado a desplegar mucha diplomacia, diálogo y negociación para arreglar todos los desaguisados que el presidente dejará a su paso.