Se inicia un nuevo mandato de gobierno en el ayuntamiento de Palma, con un alcalde competente y cualificado, un teniente de alcalde de Medio Ambiente patético y un futuro director de Emaya brillante. Sin embargo, aún nadie ha anunciado la única solución que se puede adoptar con el pésimo y costoso servicio de la empresa pública de limpieza de la ciudad, su privatización.
En España, no hay ni un municipio de la importancia de Palma que gestione directamente la limpieza de la ciudad. No tiene sentido: la limpieza no es estratégica, la hace cualquier empresa, y distrae los esfuerzos de los escasos políticos presentables que tiene el ayuntamiento. En Palma se mantiene este monstruo, pese a su coste y a su descarada ineficacia, porque permite a los partidos gobernantes enchufar a los colaboradores de las campañas electorales. Algún día deberíamos llegar a tener una gestión suficientemente seria como para acabar con este foco de corrupción. Es un tema de madurez.
Sin embargo, si antes de las Navidades no hay un anuncio, ya deberemos conformarnos con otros cuatro años desastrosos. Nadie en su sano juicio aborda un desafío así a partir de la mitad de legislatura.
Como ya hiciera el alcalde Isern, al frente de Emaya se puede poner un buen gestor que, con suerte, puede conseguir que el desastre no sea tan alarmante como en estos años en los que no ha habido nadie al frente. Pero esto es inútil: quema completamente al pobre responsable, incluso al más capaz, nunca logra bajar el gasto, y se estropea inmediatamente que hay cambio de gobierno.
Andrés Garau, el último director que hubo en Emaya –desde entonces no ha mandado nadie--, se dejó la vida para conseguir mejorar el resultado del dineral que la empresa consume anualmente. Algo consiguió, pero al día siguiente de marcharse ya estaba todo como antes. O peor.
Ahora, el alcalde tiene apalabrado un nuevo director absolutamente fantástico al que le debería hacer un único encargo: que privatice el monstruo, se apechuga con las protestas y al menos en el último año de mandato ya se empezarán a ver algunos resultados. Y, sobre todo, Palma sale ganando que en diez o quince años, cuando se vayan retirando los enchufados que todos los partidos han ido colocando, por fin tendremos limpieza a precios razonables. Y, si siguiéramos pagando los precios de hoy, la ciudad sería la más limpia del país. Ya que lo pagamos, nos lo merecemos.
No les hablo de la EMT porque si afrontar lo más clamoroso les da pereza…