Ala manera como en la antigua Roma los arúspices trataban de avizorar el futuro interpretando el contenido del vientre de las ocas, así en estas vísperas del final de la campaña electoral se analizan las encuestas tratando de ver si las urnas de mayo contienen el anticipo del resultado de los comicios que se celebraran en diciembre.
Todavía no se había extinguido el fuego del escándalo por las excarcelaciones y rebajas de penas a delincuentes condenados por delitos sexuales –¡cómo podía apagarse si pasan de mil las rebajas de condenas!–, cuando para engrosar la historia de la infamia trascendió que Bildu había incluido en las listas de candidatos municipales a cuarenta individuos que en su día fueron miembros de la ETA, siete de ellos condenado por asesinato. Por sorprendente que pueda parecer el rechazo a semejante provocación no ha sido generalizado. Partidos hay, caso de Podemos, cuyos dirigentes se limitan a decir que Bildu es un partido legal y tiene derecho a presentar en sus listas a quien estima oportuno. El PSOE, socio parlamentario de Bildu, protagonizó algún titubeo en el inicio del escándalo pero obligado por la polvareda acabó señalando lo indecente del asunto –palabras de Pedro Sánchez. Aunque quizá, como apunta el filósofo Fernando Savater, lo verdaderamente indecente es que pueda ser legal situar a un asesino en una lista electoral. Pero en eso estamos con los analistas conjeturando el grado de desgaste que puede estar sufriendo el PSOE por este asunto –Núñez Feijóo, el líder del PP no suelta el bocado–.
Aunque en esta recta final de la campaña en la que Sánchez sigue tirando de beta regando de promesas –las últimas referidas a la Atención Primaria y a la salud mental– puede que muchos electores no sepan a qué atenerse y acaben orientando su voto mirando hacia los verdaderos protagonistas de los comicios: los candidatos municipales, no tanto los autonómicos porque estas elecciones regionales no se celebran en todas las comunidades.