Hace años que quería hablarles de la preverdad, mucho más extendida y dominante que la famosa posverdad, pero me contenía para no liar más las cosas, confiando que algún sagaz sociólogo muy erudito y mediático, hiciera su trabajo y pusiera de moda esa palabreja, preverdad, como emblema definitorio de los tiempos que corren. Esta preverdad, o verdad prevista y aún no demostrable, es la que se impone a diario por medio de previsiones, pronósticos, expectativas, predicciones, augurios y hechos futuros (la derogación del sanchismo, por ejemplo) que, si bien todavía no han acontecido, a base de excesos publicitarios ya se dan por sucedidos y ciertos. Técnicamente no son bulos ni fake news, ni siquiera hechos alternativos, sino sucesos a la vuelta de la esquina, tan inevitables que es como ya estuviéramos sufriendo las consecuencias. Y en efecto, las sufrimos aun si tales pronósticos jamás llegan a cumplirse. Como su propio nombre indica, la preverdad se diferencia de la posverdad en que la precede, y en cierto modo la configura, aunque siendo ambas igualmente ficticias y falsas, no tienen por qué parecerse en nada. Se podría pensar que una posverdad es un preverdad si le das tiempo, pero como hay muchas más preverdades que posverdades (la proporción es de 9 a 1), y la mayoría son de corta vida, tampoco eso es muy exacto. En el mundo de la preverdad, donde gobiernan con mano de hierro las previsiones (políticas, económicas, financieras, tecnológicas, etc.), ni siquiera existe el concepto de mentira, pues si falla alguna predicción que a fuerza de repetirse ya se ha dado por cierta (el Gobierno arruina y rompe España), se revisa y ajusta hasta los decimales dicha previsión, y la preverdad establecida sigue yendo a misa. Si los sociólogos no se hubieran dormido en sus laureles (de la posverdad no hay quien les saque), ya habrían reparado hace tiempo en el fenómeno global de lo preverdadero, y no tendría que explicarlo yo todo. Y vamos ya al cogollo del asunto. ¿Reside la verdad en algún punto calculable entre la preverdad y la posverdad, como parece desprenderse de los prefijos? No, la verdad no es cuestión de prefijos. Y cómo quieren que yo sepa dónde está.
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