En esta precampaña en la que Sánchez sale con una clara desventaja en los sondeos, si descontamos los guisos apestosos del CIS de Tezanos, se están desplegando toda clase de ardides, artimañas y trucos, para dar un vuelco a las encuestas. Una de las últimas malicias ha sido enviar a Bolaños a reventar el 2 de Mayo de Ayuso, aun con el riesgo de que la cañí presidenta le clavara un par de banderillas de fuego.
A Isabel Rodríguez, la portavoz del Gobierno, le ha ordenado saltarse las normas de respeto institucional y poner a parir a la oposición y a su líder cada vez que dé cuenta del resultado del Consejo de Ministros. Total, qué más da, la JEC podría imponerle una pequeña multa por hacer un uso partidista de su cargo. Pero Isabel no se ha quedado ahí; puesta a hacer méritos, olvidando en qué consiste un régimen de libertades, se ha lanzado a proclamar que el PP es un partido antisistema, pues pretende derogar las leyes que este Gobierno ha impulsado y considera que criticarlas deslegitima la democracia. ¿Qué idea tiene esta señora de la democracia? La licenciatura en Derecho se la debieron dar como a su jefe el doctorado. ¿Cómo puede pensar que tenemos que soportar de por vida leyes sectarias y dañinas, dictadas a la medida de los delincuentes por ellos mismos y por los visionarios de la extrema izquierda? Si el nuevo Gobierno dispone de mayoría suficiente, está en la obligación de arreglar el desaguisado. Pero esta tropa, imbuida de superioridad moral, está convencida de que su ejemplar legado no puede tocarse.
Como Doñana, que tampoco se puede tocar. Pero sí se puede utilizar al hijo del ministro de Agricultura, Luis Planas, funcionario en Bruselas, para que fije la posición de la Comisión Europea, a favor, claro, de los intereses electorales del Gobierno.
A Sánchez no le podía estropear sus cambalaches legales una directiva europea; en cuanto se supo que la Unión iba a agravar el delito de malversación, se apresuró a afirmar que a España la cogían con los deberes hechos. Insultante mentira proclamada sin pudor.
La nacionalización excepcional, masiva y a toda prisa de extranjeros por la Ley de Memoria Democrática se ha hecho pensando en cobrar el favor en las urnas.