Empezamos con la hija/nieta de Ana García Obregón y seguimos con la supuesta/presunta hija del rey emérito. No hay otro tema de conversación ni programa de televisión o radio que no haya dedicado horas de su prime time a tan apasionantes eventos. Posiblemente, en los reencuentros familiares, propiciados por el puente de este fin de semana, no se hable de otra cosa. Incluso insignes periodistas, ajenos al sector de la llamada prensa rosa, aseguran que ellos ya sabían de la existencia de la «hija secreta» del exjefe del Estado pero que no lo habían publicado al no poderlo confirmar. Tanto en un caso como en otro, la trascendencia sólo afecta al ámbito de las familias de ambas hijas y la repercusión en la vida de los españoles es nula.
La bebé de la actriz ha despertado el debate sobre la gestación subrogada que, pese a no estar admitida en España, quien puede pagar a una mujer para que le haga de vientre de alquiler en otro país lo hace. Regulariza la inscripción en el consulado y con el niño para casa. Precisamente ahora, que el programa emblemático de cotilleo televisivo, Sálvame, pierde fuelle en las audiencias y la cadena reestructura su programación e incluso veta a determinados protagonistas/especialistas en vivir del cotilleo, las vidas ajenas nos siguen apasionando.
Será que el hartazgo causado por la clase política, por culpa de los discursos convertidos en mítines o las ofertas que nunca se concretan, obliga a la ciudadanía a buscar otras noticias para huir de la rutina. Hay que sonreír porque entramos en campaña electoral y vamos a oír cosas tan pintorescas como que Vox, en su afán de competir con el PP, quiera ampliar la red del metro de Almería, que carece de este tipo de transporte, o promover el pastoreo en Melilla... Y el Gobierno, que vende su apuesta por la inversión en vivienda social como lema electoral, ha presentado en Bruselas unas cuentas en las que no se contempla ningún aumento en el gasto para ese fin. ¿Cómo no vamos a entregarnos a los cotilleos?