Yo puedo entender que a muchos políticos, que son digamos de clase media alta, les cueste ponerse en la piel de un trabajador que cobra el salario mínimo o de uno que ni siquiera lo alcanza porque su contrato no cubre las cuarenta horas semanales. Mucho más difícil es comprender a quien compagina empleos precarios de duración breve, medias jornadas, turnos de noche o las infinitas variables que el mercado laboral español ofrece.
Por eso me irrita que el Partido Popular –que también debe tener currantes y jóvenes entre sus votantes– plantee como un avance para facilitar la emancipación de los menores de 35 años un cheque regalo de mil euros para ayudar con la fianza del alquiler. El problema no es –o no solo– no tener mil euros ahorrados para ese trámite, señor Feijóo. El problema es que el salario iguala o incluso no llega al precio del alquiler. Miles de jóvenes cobran mil euros o menos y miles de alquileres se elevan por encima de esa cifra. Aquí solo hay dos maneras de cuadrar las cuentas y resolver el problema: o bajan drásticamente los alquileres –lo que perjudica a los propietarios de pisos– o suben en la misma medida los sueldos –lo que pondrá de frente al empresariado–.
No es fácil hallar la respuesta a un país que converge a pasos agigantados con la zona más desarrollada de Europa en cuanto a los precios, mientras se aleja a toda velocidad en lo referente a los salarios. Los funcionarios de Justicia reclaman subidas de sueldo de quinientos euros mensuales. Me temo que esta exigencia deberíamos hacerla todos, solamente para vivir de forma un poquito holgada. Pero, ¿qué dice la patronal? ¿Qué opina el Estado? ¿Es posible un subidón así?