En un chiste muy antiguo, un marido burlado llega a casa y al encontrar a su esposa en la cama, abre el armario para mostrarle todos los vestidos que tiene y se encuentra con un hombre desnudo que con la mano agarra la barra del armario. El marido le pregunta «¿qué hace usted ahí?» a lo que el descubierto contesta «voy en el autobús». El marido le dice «¿ah sí?, ¿no tiene usted otra explicación?», a lo que el interfecto contesta «la verdad es que no, pero si a usted se le ocurre otra…»
Como Joan Laporta, presidente del Barcelona, no podía explicar lo inexplicable (pagar al vicepresidente del comité de árbitros durante 17 años) sin entrar en la mentira o en el ámbito penal, se le ocurrió otra explicación: la culpa de todo es del Real Madrid, el equipo del Régimen. Claro está que Franco murió hace 47 años, nada menos. El victimismo siempre se ha vendido muy bien en Cataluña. Con eso ya no hay que explicar ni los videos fantasmas, ni los informes engañosos. El Barcelona pagaba a Enríquez Negreira para contrarrestar la influencia del Madrid sobre los árbitros. No hay nada más que decir.
Los árbitros están indignados, pero nadie ha mencionado todavía a un árbitro que se dejase convencer para pitar a favor del Barcelona. A lo mejor Negreira era un farsante vende humos que estafó al Barcelona, lo que no quita ni una pizca de vergüenza a los pagos de más de 7 millones de euros. Desde siempre los árbitros, consciente o inconscientemente, han favorecido al Real Madrid y al Barcelona. Harían bien los árbitros en reflexionar sobre su actual reputación y sobre como confunden a jugadores y público con sus decisiones en torno al VAR y sobre el principio de autoridad. Es urgente que se sepa públicamente lo que habla el árbitro con los del VAR y también que éstos no obliguen a reinterpretar una jugada.
En cuanto a la autoridad, es preciso modificar el reglamento disciplinario y la actitud de los árbitros. Cogiendo el hilo de Laporta diríase que esa avidez sancionadora por protestas viene de la época del franquismo, en un régimen sin libertades y donde no se podían discutir las decisiones de la autoridad. Creo que muchos árbitros confunden la autoridad con el autoritarismo y la figura del cuarto árbitro recuerda más la de un inquisidor, siempre presto a oír y delatar cualquier exabrupto procedente de los banquillos en vez de limitarse a ayudar al árbitro principal en cuestiones técnicas. En la liga española hay más tarjetas rojas que en cualquier otra liga europea y un promedio de casi 6 tarjetas amarillas por partido. Inaceptable. Sin duda algo está mal. Por cierto, el equipo del régimen, con Franco, estuvo ¡14 años! sin ganar la liga. Desde el final de la Guerra Civil hasta 1954. Todo cambió con la llegada de Di Stefano, ese jugador al que renunció el Barcelona por despecho. Cosas de la vida.