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Bajar impuestos disminuye el bienestar

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Los partidos conservadores siguen prometiendo reducción de impuestos. A pesar de que, en la práctica, cuando esos mismos partidos han llegado al poder, acaban por subir la tributación, con argumentos muchas veces peregrinos (herencias recibidas, facturas en los cajones, etc.: todo de manual). Históricamente, el conservadurismo político y económico promulgó, antes de los comicios, generosas bajadas fiscales que, sin embargo, no iban a generar ni déficit, ni deuda, ni menoscabos en la economía pública. Los resultados empíricos han siempre bien distintos.

Es cansina esta monserga de la reducción de impuestos, como gran panacea económica. Porque es falsa, y existe una bibliografía abundante que lo ratifica. Fijémonos que las promesas que se van conociendo por parte de los partidos conservadores –sobre vivienda, por ejemplo– significan un incremento del gasto público en el marco de una reducción de los ingresos públicos al bajar los impuestos: algo que es matemáticamente imposible, y que forma parte más bien de principios teológicos y dogmáticos que de la observación de los casos científicos. En un reciente estudio de David Hope y Julian Limberg, ‘The economic consequences of major tax cuts for the rich', publicado en el prestigioso Socio-Economic Review de Oxford (vol. 20, abril 2022) se analizan, para un período que va de 1965 a 2015 (¡cincuenta años, nada menos!), el impacto de las bajadas de impuestos a 18 países de la OCDE. Tres son las importantes conclusiones, entre otras, que se desprenden de la investigación: la renta per cápita no aumenta con esa política tributaria, el desempleo no se reduce y lo que sí se incrementa es la desigualdad de renta.

En el caso de España, los datos son igualmente contundentes. Las comunidades gobernadas por los conservadores, fervientes admiradoras de la reducción de impuestos y de su aplicación, no han aumentado su recaudación tributaria. Las cifras de la Agencia Tributaria (IRPF, Sociedades, IVA e Impuestos Especiales) son ilustrativas y demoledoras al respecto: en 2022, los ingresos tributarios totales aumentaron un 14,4 %. Pero vemos como en Andalucía esa cifra es del 12,2 %; Castilla y León, un 9,7 %; Galicia, un 12,2 %; Murcia, un 3,1 %; solo Madrid se situó en la media nacional. Cantabria (48,3 %) y Balears (47,5 %), encabezaron la subida de recaudación, sin promocionar reducciones drásticas en los ingresos tributarios, sin hacer de esto un conflicto de Estado.

Pensamos que es caer en una trampa que los partidos progresistas invoquen la reducción de impuestos, para competir en ese dumping fiscal con los conservadores. Ese no es el camino. La pedagogía fiscal debe focalizarse en dar a entender a la población qué se hace con los impuestos que devenga: qué servicios, infraestructuras e inversiones se sufragan con las declaraciones fiscales. El debate de mantenimiento, aumento o reducción de impuestos debería situarse en ese escenario, con cuestiones esenciales: ¿para qué sirve la tributación? ¿Hacia qué apartados se canaliza? ¿Qué coste de oportunidad tienen las decisiones? Éste y no otro es el tema, arrinconando la utilización populista de la cuestión.

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