El problema de la permanencia, que no sólo afecta en estas fechas primaverales a los equipos de fútbol con fallos defensivos y a los candidatos electorales, es quizá el único problema serio que todo humano debe afrontar, y para el que sin embargo no hay solución sociológica ni psicológica. Toda criatura o grupo, esté como esté, desea fundamentalmente permanecer, y cuando esa permanencia está en peligro (parece que el Mallorca se ha salvado por el momento), la vida se complica mucho. Es un sinvivir, y no parece que los filósofos se hayan ocupado lo suficiente de ese problema. Que si el ser, que si la nada, que si pienso luego existo… Ni racionalistas, ni existencialistas, ni nihilistas han avanzado en el tema de la permanencia, salvo para asegurar que todo cambia y nada permanece, qué perogrullada. Los teólogos hace milenios que zanjaron esa cuestión con el cielo y el infierno, lugares metafísicos donde ya les aviso que no vale la pena permanecer.
El afán de permanencia, muy loable en el fútbol, tiene difícil solución, porque si alguien permanece otro desciende, y además, tanto el neoliberalismo como la propia naturaleza, que son los poderes dominantes, prefieren que nada permanezca. Ni los puestos de trabajo, ni los capitales (deben fluir), ni las listas de éxitos, ni siquiera las novedades políticas o tecnológicas, que tienen que rotar y actualizarse a toda castaña. Si la noticia del año no dura ni una hora, qué garantía de permanencia pueden tener esos millares de candidatos que saturan las listas electorales, municipales o autonómicas. Pocas. Unos permanecerán algo más y otros no, y como el único afán de, por ejemplo, un concejal (o un escritor, ahora que lo pienso), es permanecer indefinidamente donde sea y como sea, me temo que esta primavera va a provocar mucha frustración. Llanto y crujir de dientes. Suerte que el Mallorca casi tiene asegurada la permanencia, porque menuda escabechina de ilusiones vamos a tener. A algunos, en el Gobierno o en Catalunya, esa ansiedad por permanecer les puede llevar al suicidio. Y aunque Camus, portero de fútbol, avisó que el suicidio es el único problema filosófico, de la permanencia no dijo nada. Qué voy a decir yo.