Según Unidas Podemos y sus adláteres, aquéllos que son partidarios de enviar armas a Ucrania para repeler la agresión rusa son partidarios de la guerra. Por contra, ellos, que preconizan el diálogo, o sea, la rendición del ocupado, son virtuosos adalides de la paz.
Ésas son las alternativas y no hay otras. Un segundo antes de la invasión rusa a su país vecino sí había paz en la región. En cuanto cruzó la frontera el primer tanque de Moscú se produjo la guerra.
De hacer caso a la óptica del partido podemita, incluso podríamos llevar ya varios meses de paz. Si hubiesen salido bien los iniciales planes del Kremlin de una guerra relámpago y la ocupación total de Ucrania o de una mayor parte de ella dejando un régimen títere en la parte no conquistada, estaríamos en lo que los enemigos del conflicto llaman paz, o sea, la ausencia de violencia debida a la rendición del contrario.
Por eso resulta absurdo ese planteamiento. Sólo volverá a haber sosiego y tranquilidad en el país del Este de Europa cuando las tropas invasoras rusas hayan sido expulsadas del país agredido. O sea, que sólo son partidarios de la paz aquéllos que quieren que las cosas vuelvan a ser como eran antes de la agresión.
Los otros, los pacifistas de salón, certifican que para ellos la conquista bélica es un derecho y que sólo desde ella es posible el diálogo. O sea, que uno dialoga con el pie puesto sobre la garganta del otro, como es el caso.
Porque no hay que olvidar que en éste, como en todos los conflictos que ha habido, hay un culpable que da origen a las guerras y que si el agredido se defiende es porque añora la paz perdida y él sí quiere recuperarla.