Hace unos días, el ganador de Supervivientes lloriqueaba en televisión por tener que pagar impuestos sobre el premio de 200.000 euros que se había metido en el bolsillo. Alejandro Nieto, curtido como influencer, reconocía que había meses que no ingresaba nada y llamaba a la rebelión fiscal a todos los españoles. La situación se repite con los youtubers que huyen a Andorra para rebajar su factura impositiva. Los paraísos no tienen palmeras, sino refugios y asesores donde se escabullen aquellos que quieren pagar menos pese a sus ingresos galopantes.
Ferrovial se sube al carro y ahora se esconde en Países Bajos para reducir su pago del impuesto de sociedades. Qué más da que lleve décadas alimentando sus cuentas gracias a la obra pública pagada con los impuestos de todos. Según la Agencia Tributaria, las grandes empresas (más de 5.000 empleados) disfrutan de un tipo efectivo del 3,59 por ciento sobre sus beneficios y una pyme se planta en el 17,5. Los autónomos sufren migrañas para cuadrar cuentas.
En cualquier finca de pisos siempre hay un vecino que lleva sin pagar la comunidad años. En enero, alguna de estas comunidades celebró la reunión anual y observó que había un pequeño boquete en las cuentas. No hay remanente para hacer mejoras en la finca, ni mucho menos afrontar una derrama. Si quieren que no haya grietas o humedades, los que sí pagan tendrán que aportar más. Y se benefician todos. Si queremos sanidad pública que no nos cobre por sufrir cáncer, carreteras del siglo XXI, tenemos que pagar (y algunos lo hacemos con gusto). Pese a que Alejandro, Vegeta y Ferrovial se escabullan.