Hemos celebrado el primer cumpleaños de la guerra de Ucrania, la primera guerra global del siglo XXI. Todos los líderes de Occidente, incluido el presidente Sánchez, viajaron a Kiev para estrechar la mano del héroe Zelenski ante las cámaras, y lanzar discursos, proclamas, arengas, pronósticos, amenazas y promesas de no rendirse jamás. Los medios se llenaron de paisajes después de la batalla, así como mapas, muchos mapas con flechitas, porque las guerras, además de la historia, impulsan mucho la cartografía. Líneas del frente, trincheras, ciudades. Hemos aprendido nombres de sitios y ciudades que a partir de ahora y pase lo que pase, serán históricos para toda la eternidad, pues no en vano la guerra es la madre de la historia. Járkov, Dnipro, Zaporiyia, Mikolaiv, Jersón, Bucha, Lviv, Bakhmut, el Donbás…
El espacio cambia mucho en las guerras, y con él el tiempo, pues el tiempo de guerra no es un tiempo normal. Todo empieza rápidamente, despliegue de tropas, misiles, largas hileras de tanques en la madrugada. Pero luego se ralentiza (hasta el núcleo de la Tierra se está ralentizando), se estabiliza y hasta se inmoviliza. Semanas enteras para avanzar un metro, tomar un pueblo, subir una cota. Y barro, mucho barro helado en las trincheras. Dicen los entendidos que esta guerra, en tanto que global, no se parece a la Segunda Guerra Mundial, sino a la primera, aquella pesadilla de trincheras fangosas. Conque fíjense si ha cambiado la naturaleza del tiempo en este cumpleaños. Nieve, barro, trincheras, muertos de la primera guerra mundial. Que casi parecen de las guerras napoleónicas. Es igual, distorsiones espaciotemporales. El bucle bélico. Y no sólo el tiempo, la geografía y la historia (hipertrofiada) se inflaman, también el lenguaje.
El lenguaje sobre todo, que igual que las ciudades en ruinas, deja de tener sentido y se vuelve ininteligible por diáfano. No se entiende nada, pero se entiende todo. La victoria es nuestra, asegura Putin. No cederemos ni un palmo de Ucrania, dice Zelenski. Tampoco Crimea, patria de los tártaros, donde ya combatieron los ingleses contra los rusos en 1854, en Balaclava. La desastrosa carga de la brigada ligera. Hace falta más munición, insisten la OTAN, EEUU y los líderes europeos. Más munición es la consigna del primer cumpleaños.