El PP ha propuesto esta semana convertir el edificio de Gesa en un museo. Me parece una idea genial, pero en lugar de arte contemporáneo yo lo dedicaría a la corrupción, que es lo que representa su historia. Ese bloque acristalado de polígono que preside la entrada a Palma está completamente maldito y simboliza uno de los casos más bochornosos de la corrupción local: el desfalco de Can Domenge. La mala suerte siempre le ha perseguido. Su arquitecto fue asesinado y en 2009 apareció en sus despachos el cadáver de un joven. Pasan los años y sigue abandonado, a pesar de las promesas electorales.
El edificio es la primera parada de la ruta de la historia de la corrupción balear. Cuando traigo gente del aeropuerto y pasamos por delante, me sirve de excusa para contar la batalla de Can Domenge. El solar es uno de los mejor situados de la capital y fue comprado a Endesa en 2005 por la constructora del expresidente del FC Barcelona, Josep Lluís Núñez. Quería derribar el edificio y construir unos superpisos de lujo. Aquello era un megapelotazo. Con la Catedral al lado y la playa justo delante, podría haberlos vendido a precio de oro. Todo iba bien hasta que el Consell de Mallorca presidido por Maria Antònia Munar (Unió Mallorquina) detuvo la operación al declarar la zona Bien de Interés Cultural. Núñez se quedó con un palmo de narices. Ya tenía la zona vallada y las máquinas de obra desplegadas cuando le prohibieron tocar una piedra. Así se quedó el tema durante años, con una ‘no obra' a la vista de todos esperando a que un juez enmendara el asunto.
El origen de todo está en un juego de venganzas entre políticos y constructores. En aquellos mismos años, el Consell de Mallorca subastó un enorme solar catalogado como urbanizable llamado Can Domenge (está enfrente del Palma Arena). Núñez ofreció comprarlo por 60 millones pero Munar lo adjudicó por la mitad de dinero a otra promotora catalana: Sacresa. El tema olía a cohecho que tiraba para atrás, así que Núñez lo denunció en el juzgado y al diario El Mundo. Este periódico dedicó numerosas portadas al caso hasta que, muchos años después, el juez concluyó que Sacresa había pagado cuatro millones de euros a los líderes de Unió Mallorquina para quedarse con el solar. Es el mayor soborno confeso de nuestra historia. Munar fue condenada por ello a tres años de prisión.
Unos dicen que Munar protegió el edificio de Gesa como venganza contra Núñez por su denuncia de Can Domenge. Otros que fue al revés: la venganza fue del constructor contra la política nacionalista por lo mismo. En medio de todo quedamos los mallorquines, víctimas de décadas de desfalcos y mentiras por parte de quien nos promete el oro y el moro en las elecciones.
En 2013 el Supremo condenó a Endesa a pagar 103 millones a la constructora de Núñez por los perjuicios en aquella operación. La empresa eléctrica perdió mucho dinero pero ya se lo cobra por otro lado cuando supera los 2.000 millones de beneficios anuales. Como en todas las historias, la policía no es tonta y la banca siempre gana. Los que perdemos somos los ciudadanos.