La actitud del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en relación al fracaso de la ley de libertad sexuales, más conocida como la de ‘solo sí es sí', es un claro ejercicio de patetismo político que acaba resultando vergonzoso. Es decir, los socialistas envían al Congreso una reforma del texto con la oposición frontal de sus socios en el Gobierno, Unidas Podemos, con la que tratan de negociar una fórmula que evite la ruptura de la coalición. En este escenario, Sánchez asegura con toda contundencia su respaldo al conjunto de los integrantes del Consejo de Ministros, incluida la titular de Igualdad, Irene Montero. No es fácil alcanzar las cotas de cinismo de las que hace gala el presidente, pero en esta ocasión se está superando a si mismo en todos los frentes.
Tampoco es menos patético el papel en esta trifulca de todo el conjunto podemita, aunque se tiene que reconocer que desde la periferia parece que impera más el sentido común cuando se trata de resolver los «efectos indeseados» de un texto que ha rebajado las penas a centenares de agresores sexuales y excarcelado a varias decenas. Aquí, el conseller y exjuez Juan Pedro Yllanes prefiere callar, al igual que la coordinadora autonómica de la formación morada y también diputada en el Congreso, Antònia Jover. Sería interesante que esta última se pronunciase sobre el sentido de su voto, más que nada por saber si prevalecen sus intereses particulares a la hora de defender su carrera política o la sensatez en la defensa del interés común. Por cierto, Jover también figura entre este selecto, y no por ello menos numeroso, grupo de diputados y diputadas de las Islas de las que se desconoce por completo qué labor realiza en Madrid en favor de los intereses de los ciudadanos que Balears que la eligieron. No hay distinción de partidos en este conglomerado, está integrado por políticos de todos los colores desde que se instauró la democracia.
La Plaça d'Espanya
El anuncio del inicio de las obras de la Plaça d'Espanya en Palma debería ser un motivo de alegría ciudadana, debe ser el comienzo del fin de la degradación de uno de los enclaves más emblemáticos de la ciudad con una iniciativa que debería haberse asumido por cualquier gobierno municipal desde hace décadas. Sin embargo, de las palabras del alcalde José Hila se intuyen algunos aspectos que son cuando menos preocupantes, empezando por el importe de las obras –2,5 millones de euros– y su excesiva duración –doce meses–. No resulta difícil adivinar el grado de devastación comercial que se producirá a partir de ahora, toda una prueba de resistencia que pocos podrán superar. Añadan al escenario el trazado del carril bici que ahora atraviesa la plaza, que se quiere trasladar a las Avingudes, junto con el tranvía del que se desconoce su trazado definitivo. Recuerden el pifostio de tráfico que se montó cuando Aina Calvo metió con calzador el carril bici en las Avingudes, una alcaldada que Mateo Isern contrarrestó con otra alcaldada. Ahora, en un ejercicio de magia potagia, el progresismo palmesano quiere embutir en las Avingudes un tranvía, un carril bici y todo el tráfico de automóviles que deberían tener vetada su entrada al centro de la ciudad. Acabarán logrando una ‘espantá' de palmesanos.