Llegar a ser médico no es algo sencillo en España. En primer lugar, quien quiera acceder a una de las 43 facultades que imparten esta disciplina deberá obtener una calificación por encima de 12 sobre 14 en las pruebas de acceso a la universidad. Es decir, una de las notas de corte más altas y una de las carreras, por tanto, de más difícil acceso. Una vez ha sido admitido, tendrá que cursar unos estudios de gran exigencia educativa que durarán seis años (muy por encima de la media de los grados que se estudian en España).
Con el título ya bajo el brazo, muchos facultativos optan por desarrollar una especialidad. En este caso, el camino tampoco es fácil. Deben aprobar unas pruebas selectivas (una oposición, de hecho) con las que tener opción a ser médico interno residente (MIR). Eso implica cuatro años más en los que los médicos desarrollan sus funciones en un centro hospitalario.
Concluida la residencia, diez años como mínimo después de haber empezado sus estudios, los nuevos especialistas deberán enfrentarse a la búsqueda activa de empleo dentro del Sistema Nacional de Salud y por tanto, a contratos de escasa duración, inestabilidad laboral y condiciones, a menudo, precarias.
Por supuesto se espera que estos médicos especialistas estén al día de los nuevos tratamientos y terapias que van apareciendo. Porque se supone que su obligación es la de dar el mejor servicio a sus pacientes. Y la gran mayoría lo hace porque, la de médico, no es una profesión sino una vocación.
En Baleares es bien sabido que hay una enorme carencia de personal sanitario y particularmente de médicos especialistas. En el caso Ibiza y de Formentera, la situación es dramática. A ello se sumará muy pronto, la jubilación de los médicos de la generación del baby boom (que no son precisamente pocos). Si la situación actual ya es insostenible. Si los facultativos actuales están absolutamente desbordados. Si hay especialidades sin médico y por tanto, hay lugares en los que no es viable dar la mejor atención al paciente. Si hay momentos en los que no hay ni un solo facultativo en un centro de salud, ¿cuál debería ser la prioridad del gobernante?
Se me ocurre que ante la falta de médicos, y teniendo en cuenta que en otros lugares de España esta carencia empieza a acusarse, lo lógico sería competir con el resto de comunidades para atraer a estos facultativos a nuestras islas.
Por bonitas que sean, por bien que se viva en ellas, lo cierto es que hay muchas cuestiones que no nos hacen competitivos: desde el inasumible precio de la vivienda al de la cesta de la compra (la más alta del país). Todo ello sin el aliciente de un salario o unas condiciones laborales mejores que las que pueda ofrecer otra comunidad.
Así que, ¿por qué alguien que ha cursado una carrera tan exigente y que se sabe tan necesario debería querer venir a trabajar a Baleares? Lo cierto es que no se me ocurre ninguna razón, más allá de alguna de índole personal.
Y ante esta circunstancia, lejos de ofrecer al personal sanitario ciertas ventajas (salariales, laborales) con las que fidelizar a los interinos y atraer a todos los que nos faltan, al gobierno de Francina Armengol no se le ocurre nada mejor que desincentivarlos obligándoles a demostrar su conocimiento del catalán con un título. Como si no tuviesen nada mejor que hacer. Y todo porque los nacionalistas de Més amagaban con dimisiones a tres meses de las elecciones y porque al parecer quien dicta la política sanitaria de nuestra Comunidad no es el sentido común sino la Obra Cultural Balear.
Recuérdenlo cuando le apunten en una lista de espera infinita o cuando no le pueda atender ningún facultativo, en su centro de salud más cercano, simplemente porque no lo hay.