Una buena y eficaz manera de evitar que la patria esté en peligro es no poniéndola en peligro. Ahora bien; como para salvar a la patria es necesario que ésta se halle en peligro, los salvadores de la patria necesitan afanarse en la creación de las condiciones precisas para tener que salvarla. Una de esas condiciones, muy alimentada en España en los últimos años, es la destrucción de toda racionalidad en el diálogo político y su sustitución por eslóganes de comida rápida.
Sin necesidad de descender a los gárrulos insultos callejeros al actual presidente del Gobierno, reeditados en el curso de la manifestación habida en Madrid el pasado fin de semana, basta escuchar a los líderes políticos afectos a ésta, erigidos en salvadores de la patria precisamente, para pasmarse ante el menú ideológico que ofertan como alternativa al que mayoritariamente eligieron los españoles en los últimos comicios, un menú de un solo plato: ‘Sacar a Sánchez'. Como ‘fast food' queda soso el condumio, pero la clave está en el aderezo, y es curiosamente Inés Arrimadas, a cuyo espectral partido ya no votará casi nadie, quien le pone la especia decisiva: ‘Pedro Sánchez es un peligro para España'.
Ya es un peligro, de entrada, que el tal Sánchez y su gobierno sean ‘ilegítimos', cual se han cansado de repetir los ‘legítimos' de toda la vida, pero hay más peligro, mucho más, o, como si dijéramos, el peligro de los peligros. Mañueco, Feijóo y Abascal lo concretan: el primero, presidente de un gobierno regional de la importancia de Castilla y León, afirma que Pedro Sánchez ‘es un hombre sin escrúpulos, capaz de cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder'; el segundo asegura que al íncubo le ha abandonado la calle y que, en consecuencia, debe abandonar no sólo el cargo, sino ¡la política!; y el tercero, acaso noqueado momentáneamente al verse rebasado por la derecha, es más escueto: ‘Es un autócrata'.
¿Está la patria en peligro? Los salvadores, sin duda, necesitan que lo esté.