Paulatinamente, el ciudadano va pasando de sujeto atendido a pieza reenviada. Los médicos reenvían enfermos a otros médicos, a otros consultorios, a otros análisis, a otros hospitales. Amabilidad y corresponsabilidad de equipos médicos aparte, la sensación que te va quedando es la del efecto dominó: cae una ficha y caen en cadena infinidad de otras fichas. Como en la sanidad que te pasa de una puerta a otra, igual la administración te pasa de un departamento a otro. Si el funcionario no te atiende, no te soluciona y si te atiende, te reenvía a una siguiente ventanilla. Igual el banco que, al entrar en una oficina, te reenvía al cajero de afuera. El policía de tráfico te lo pone más simple: te para, te multa, y te suelta. El ladrón te lo pone más fácil todavía: agarra y se esfuma. Hay una expresión que se va haciendo viral en ambientes angloparlantes: globin mode.
Y es que la cultura del reenvío deriva con facilidad a esta otra cultura cuya denominación acaba de consagrar el famoso Diccionario Oxford con el término globin, elegido, por encima incluso del término metaverso, como palabra de 2022: se trata de la cultura de la inhibición. En nuestro país, son demasiados lo que quieren el cargo y se inhiben de la carga. Y lo de la ventanilla única es la entelequia máxima.