La contratación del grupo Antònia Font por parte de Cort para ofrecer el principal concierto de las fiestas de Sant Sebastià ha destapado la caja de los truenos en el seno de Vox. Según el jefe de la formación en Palma, Fulgencio Coll, el dinero destinado a dicha actuación es injustificable porque los Antònia Font «solo» cantan en catalán –anathema est– y además, por lo visto, no los conoce casi nadie.
Ignoro en qué clase de cueva han estado aislados los voxeros en los últimos veinticinco años porque éxitos como Alegria, S'Univers és una festa y otros muchos han sonado hasta en la sopa y el concierto será, sin duda, de los más multitudinarios que se hayan vivido en Palma. Para una vez que nuestro alcalde acierta…
Pero ya sabemos que cuando se menciona la palabra catalán en Vox echan mano al revólver, aunque se trate, como en este caso, del mallorquín de toda la vida que ellos dicen querer proteger aunque, por supuesto, no lo usen jamás.
A ver, que Coll no conozca los hits de Antònia Font me parece de lo más normal; tampoco José Hila debe haber escuchado jamás una diana floreada al toque de corneta, por poner un ejemplo. Pero alguien del entorno del general debería haberle advertido de la absoluta memez que supone afirmar que no son conocidos o reprocharles el pecado de que solo canten en catalán. Imagino, pues, que Coll no escuchó nunca a los Beatles –que son más o menos de su quinta–, porque solo cantaban en inglés, ni a Jacques Brel, porque solo lo hacía en francés. Esta concepción cuartelera y casposa de nuestro país, en virtud de la cual solo se puede hablar o cantar en la lengua común es la que sitúa a Vox en las antípodas de la moderación. Uno no puede declararse constitucionalista y pasarse por el forro el artículo 3.2 de la Carta Magna, que determina la cooficialidad de ambas lenguas, castellano y catalán, en nuestra comunidad, en todos los ámbitos.
Por cierto, en ese enfermizo empeño por atribuir a intereses espurios, secesionistas y neocolonizadores la denominación de la lengua de las Islas como catalana, Jorge Campos yerra de cabo a rabo. Justamente esta semana tuve ocasión de ojear algunas actas del Ayuntamiento de Palma de las postrimerías del franquismo y, por supuesto, los premios literarios que llevan el nombre de nuestra ciudad se otorgaban en cada categoría a obras escritas en castellano y en catalán. Aunque entonces la lengua catalana no gozaba de oficialidad alguna, hasta los más conspicuos franquistas tenían claro cuál era su denominación. Alimentar guerras de lenguas para fracturar la sociedad es una estrategia que Vox, por desgracia, cree que le acarrea gran rédito electoral, pero que a la larga fracasará porque la gente está harta de división.
Hablando de los últimos consistorios predemocráticos, el lunes falleció don Ramon Darder Bauzá, colega de profesión que llegó a ser teniente de alcalde de Cort en la época del alcalde Rafael de la Rosa y de Paulí Buchens, entre otros. No lo conocía personalmente, pero hace solo tres semanas coincidimos en un mismo local a manteles y, mientras él esperaba un taxi, fuimos presentados, confesándome ser asiduo lector de esta tribuna y dedicándome unas palabras muy cariñosas y multitud de inmerecidos elogios. Que la tierra le sea leve.