Me senté ante la pantalla para ver el debut de Enigma, el futbolista enmascarado de esa liga particular de fútbol 7 que se han montado los streamers, dispuesto a ponerme a escribir después un artículo en contra de esta frivolización del deporte en aras del espectáculo chillón que es la Kings League, pero por más lamentable que me pareció verlo corretear tristemente por la cancha como un pollo sin cabeza pasado de kilos no pude evitar acordarme de Meteoro, aquella serie japonesa de mi infancia en la que aparecía un piloto de carreras que conducía con antifaz. Y que era mi favorito por encima incluso del monigote protagonista, que era el bueno y además su hermano, y ahora vengo a escribir a favor.
Aunque las máscaras sean innecesarias porque gracias a Superman todos sabemos que para ocultar tu identidad basta con ponerte gafas y peinarte de otra manera, algo tendrán cuando ya decía Oscar Wilde que una máscara dice más que una cara. Así pasa que de los enmascarados de la lucha libre mejicana todo el mundo conoce sus nombres, pero nadie se atreve a pronunciarlos y nunca se presentan en público a cara descubierta aunque vayan vestidos con traje y corbata.
Algo parecido debían de sentir los moros con nuestro Guerrero del Antifaz del franquismo, al que hacían preso uno de cada dos tebeos sin que jamás se les ocurriera arrancarle el antifaz. Enigma ha llegado para recordarnos que en el mundo real todavía hay lugar para la inocencia.
Es una lástima que sea tan malo.