La proximidad de la cita electoral, lejos de acercar determinadas fuerzas políticas a la realidad tangible, las induce a levitar en órbitas cada vez más alejadas del planeta Tierra.
Lluís Apesteguia, líder de Més per Mallorca, presentaba públicamente el martes la carta a los Magos de Oriente de su formación, que en el enésimo re-bautismo político de los expesemeros va a concurrir a los comicios como Ara Més –lo próximo auguro que será ‘Més o Manco'–, aunque en el fondo se trata del mismo producto de siempre, solo que encabezado hoy por personajes con mucha menos preparación y talla política que los que comandaban en su día el antiguo PSM, al que creo que se comienza a echar de menos, incluso en el PSIB y en toda la oposición.
Apesteguia pidió a los Reyes, en primer lugar, que desaparezca la monarquía, nada menos, y luego se adentró en el jardín de las proezas que su partido va a llevar a cabo si gobierna; en solitario, se supone. Para empezar, Més quiere definir un ‘nuevo marco de relación con el Estado', porque, supuestamente, el Estatut de 2007 está totalmente superado y, para más inri, la Constitución de 1978 no acabó con el odioso Decreto de Nueva Planta. Ya no les basta Franco, ahora se remontan a Felipe V, aplicando la máxima de que no hay que dejar que los problemas reales de la gente oculten tus delirios.
A ver, seamos serios. Més no va a definir ningún nuevo marco de relación con ‘el Estado', ni en la próxima legislatura ni en los siguientes cien o mil años porque ni siquiera juntando en una confederación intergaláctica a todos los soberanistas mallorquines van a conseguir tener suficiente peso político para ello. Así de claro, de forma que Apesteguia puede prometer eso y también enviar un cohete a Marte desde el futuro centro aeroespacial de Deià con asientos gratis para todos los mallorquines, porque ambas promesas tienen exactamente la misma credibilidad. Sería bueno que los partidos políticos comenzasen a elaborar sus programas pensando en resolver problemas y no en seguir creándolos.
u Quien sigue inasequible al desaliento de hacer la vida más complicada a los ciudadanos de Palma es el PSIB, ya sea mediante el inefable alcalde, ya sea mediante sus peones en la Autoritat Portuària. La reforma del Passeig Marítim supone la pérdida de mil plazas de aparcamiento. El tranvía presentado por tercera vez por el Pacte –no precisamente gratis– va a suprimir otras 1.700, según los cálculos de la propia área de Mobilitat. De ellas, unas cuatrocientas en las avenidas. La pregunta que parece ser no se hacen en Cort es dónde diantre piensan que (se) van a meter los coches los palmesanos y los turistas. Seguramente, la idea es que vayan en bicicleta, a pie, o en patinete y que lleven su automóvil al reciclaje.
Es el enésimo episodio de intento de domesticar a la ciudadanía de esta tropa de radicales autoritarios que nos (des) gobiernan. No pueden consentir que la gente haga uso de su libertad y decida lo que le resulte más conveniente a la hora de desplazarse al trabajo o a donde le dé la real gana.
Armengol no se da cuenta de hasta qué punto estas absurdas decisiones van a influir directamente en las elecciones de mayo próximo. Y eso resulta sorprendente en quien pasa por ser una política muy sagaz.