En varias ocasiones me he referido al desparpajo y cinismo político del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el cual sigue poniendo a prueba la capacidad de asombro o indignación de los ciudadanos. Ahora le ha dado por sobar de manera grosera el Código Penal para reescribirlo a la medida de sus indispensables aliados en las reclamaciones independentistas y, además, abrir una posible opción para salvar a sus correligionarios socialistas implicados en la corrupción en Andalucía. Los cambios en la consideración penal de los delitos de sedición y corrupción que se quieren imponer de manera acelerada evidencian la sumisión de un mandatario con quienes le garantizan la permanencia en el poder, todo lo demás le importa un rábano.
Dirigir un país sin escrúpulos requiere amplias dosis de mansedumbre social, terreno en el que Sánchez está demostrando ser un auténtico lince. Escasas son las voces que denuncian la ejecución de una perseverante estrategia basada en principios maquiavélicos, aunque ello suponga fortalecer a los que tienen como objetivo debilitar al Estado. ¿Que ahora el independentismo en Catalunya se ha calmado? Sin duda, el Gobierno paga el precio que se les impone sin rechistar. Así cualquiera.
Quedar en manos de grupos radicales no es sólo y en exclusiva una es una responsabilidad de Sánchez y el PSOE, hay otro actor indispensable: el Partido Popular. Los dos grandes partidos nacionales son incapaces de alcanzar acuerdos globales que neutralicen el poder de determinadas minorías. PSOE y PP o viceversa no logran tener dirigentes que la suficiente altura de miras para fijar objetivos comunes, circunstancia que están rentabilizando como nunca ERC, Bildu y el resto de células que, como un cáncer, se reproducen de manera exponencial. Los conservadores, primero con Pablo Casado y luego con Alberto Núñez Feijóo, no pueden desentenderse del panorama actual. Con más o menos entusiasmo ambos han creado el caldo de cultivo que justifica, para muchos, el comportamiento de Sánchez. Frente a este paisaje no debe extrañar que el discurso de Vox encuentra acomodo con cierta facilidad.
La sensatez socialista parece quedar reducida a unas pocas baronías autonómicas, las cuales son llamadas al orden cuando se produce el más mínimo desvío de la ortodoxia argumental que emana desde el palacio de La Moncloa; así lo ha demostrado el presidente de Aragón, Javier Lambán.
Sanidad ‘on fire'
Era previsible que la mecha que se encendió en Madrid contra los esquema de sanidad pública que quería aplicar Isabel Díaz Ayuso acabaría alcanzando a Balears, donde la situación de los profesionales –médicos y enfermeras– en Atención Primaria y hospitalaria es todavía peor. Como estamos en año electoral no descarto que, al igual que practica el Gobierno, Salut saque la chequera para acallar las críticas y resolver el conflicto. Nadie quiere admitir que se ha rebasado el límite de prestaciones y que la demanda supera con creces la posibilidad de oferta de prestaciones de la sanidad pública.