Ya sabe usted que no es lo mismo ser un buen hombre que un hombre bueno. Los adjetivos no pesan lo mismo delante que detrás. Distinga entre la buena gente y la gente buena. Porque uno puede engañar a mucha gente durante poco tiempo o a poca gente durante mucho tiempo, pero nunca mucha gente durante mucho tiempo. La verdad pesa y a todo cerdo le llega su San Martín. Mi madre, que, aunque madre, es buena, siempre me decía que, en Mallorca, lo que no se hace se sabe, lo cual, explica de manera muy sencilla aquello de que no basta con ser honrado, sino que hay que parecerlo. Con suerte, y con los años, uno ha llegado a poderse rodear de gente buena, de verdad, con valores, auténtica. Con la que puedas estar por lo que sabes y no por lo que te cuentan otros, de valorar a cada uno por lo que nos llega, lo que sentimos y no por lo que otros quieran contarnos o contaminarnos, en el mejor de los casos. Nunca podremos culpar al otro de nuestra decepción, puesto que cada uno eleva sus expectativas voluntariamente y después, la realidad es tozuda hasta morir. Detesto los intoxicadores, las mentes retorcidas, las almas insanas y perniciosas. Adoro la sinceridad, la desnudez sentimental y la trasparencia personal. No soporto el ilusionismo emocional y agradezco la complicidad incondicional. Para todo lo demás, les cedo mi ignorancia. Sinceramente.
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