El título del libro que firmó Alfredo Urdaci podría aplicarse a los episodios de excitación colectiva que protagoniza nuestra clase política, la sombra de las elecciones del próximo mes de mayo se alarga hasta los seis meses previos. La novedad es la inusitada violencia, el trazo más grueso que nunca por parte de los extremos: Vox e Unidas Podemos. Entre y entre se afianza el tancredismo de Pedro Sánchez, el cual parece untado de alquitrán para asegurarse la impermeabilización frente a la polémica, aunque ésta afecte a los diferentes miembros del Consejo de Ministros. Admito que no recuerdo un escenario tan emponzoñado como el actual.
La obstinación de la ministra de Igualdad, Irene Montero, en no querer rectificar la dichosa ley del ‘solo sí es sí' –que se ha convertido en un auténtico coladero de depredadores sexuales–, la ha situado en el punto de mira de toda la oposición; en especial de Vox. La derecha más extrema y radical no deja de machacar, incluso en términos inaceptables, a Montero. El cóctel está servido: retroalimentación de insultos en una espiral que parece no tener fin. La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, está ya claramente desbordada para poder mantener el orden en los plenos. El espectáculo es lamentable y uno teme que se lleguen a ver imágenes como las que se dan a veces en algunos parlamentos asiáticos o latinoamericanos cuando el personal se viene arriba. Calentar demasiado el ambiente, y menos de manera tan impostada como la actual, no creo que tenga los réditos políticos que pretenden sus instigadores.
Un ejemplo de este clima de crispación lo tenemos en la explotación casi inmisericorde que se hace de lo ocurrido en un aula del colegio de La Salle. Las banderas tienen en este país un efecto multiplicador, en especial cuando afecta a la enseña nacional. Desde mi punto de vista, la única autoridad en un aula es el profesor. Y punto. Si no se le obedece y/o hace mofa, pues se expulsa en este caso al grupo de adolescentes; las protestas al tutor o donde corresponda por los canales establecidos. La intervención de los padres, exagerada, debe ser, supongo, consecuencia de la sobreprotección a la que estamos acostumbrando a nuestros jóvenes.
Abandono urbano
la ausencia de partidas destinadas a la remodelación de las galerías subterráneas de la plaza Mayor en los presupuestos de 2023 confirma, una vez más, la incompetencia del actual gobierno municipal de Palma. No puedo imaginarme ninguna ciudad o pueblo de España en el que uno de sus enclaves más emblemáticos permanezca abandonado, y menos cuando éste es de propiedad pública; no olvidemos que el Ajuntament de Palma recuperó la titularidad de esta zona comercial al finalizar el plazo de la concesión. Hablamos de 2019 y ahora las obras, si es que el concurso no queda desierto, no podrán dar comienzo hasta el 2024. ¡Cinco años! Hay que tener muy poca vergüenza para aceptar una situación de estas características sin que, al menos que yo sepa, ningún concejal –Alberto Jarabo, Neus Truyol o el propio alcalde– haya tenido la dignidad de pedir disculpas a los palmesanos.