Vuelve la Navidad y me parece increíble. Estos últimos años había pasado de largo por mi vida, y de repente vuelvo a ver anuncios navideños, luces en las calles, mercadillos. A veces la vida se detiene en un invierno sin fiestas. Dejas de percibir los signos del mundo para encerrarte en tu propio mundo. Te aislas de lo que antes te conmovía.
Siempre me había gustado la Navidad, con sus encuentros familiares, llenos de cava y turrones. Las conversaciones en la mesa, donde según mi abuelo paterno, nadie envejecía porque se paraba el tiempo. La calidez de saberse acompañado, de sentir a los que quieres muy cerca. Los regalos que se ofrecen con la mirada alegre mientras alguien los recibe feliz. La voluntad de sorprender al otro, de dedicarle tiempo, esfuerzo y ganas. Las músicas alegres. La Sibil.la vaticinando el fin del mundo. El chocolate caliente con ensaimadas. Los puestos de la Plaça Major, donde es mágico perderse y encontrar a Carme, mi buena amiga, con sus ojos brillantes y sus pastorcillos hechos de barro y amor.
Sin embargo, es cierto que las Navidades se ensombrecen cuando pierdes a alguien. Entonces nada vale: ni los dulces que mi padre nos cocina, ni la alegría de los niños, ni los paquetes de obsequios que pierden su gracia, porque tu pensamiento se marcha lejos, brinca y no encuentra la paz.
Las Navidades no existen si tu mente está muy lejos, y no te importa en absoluto qué día marca el calendario, ni te has fijado siquiera en las luces que alumbran las calles.
El calendario, que es inclemente con los dolores humanos, sigue su curso. Pasan las estaciones, cada una con su regalo de belleza que tú no adviertes. El tiempo va recuperando el rumbo perdido y, un día, cuando ya te habías olvidado del mundo, abres los ojos al mundo y sus nuevas realidades.
Te das cuenta que vuelven a sonar las músicas de tu infancia, percibes la ilusión de los niños por esos Reyes Magos que, en un tiempo remoto, despertaron todos tus sueños. Agradeces a la vida que tu familia continúe ahí, donde siempre ha estado. Y la presencia de los amigos. Y el regreso.