Supongo que a todos los compañeros de columna y a quienes, en general, escribimos en los periódicos se nos han dirigido amigos y conocidos con sugerencias de ‘¿por qué no escribes de…?' Y ahí caben los temas más diversos: desde la actual polémica por el delito de sedición al precio de la electricidad y desde la guerra de Ucrania hasta el Mundial de fútbol de Qatar.
Como se ve, no son temas menores y tus interlocutores te dicen no tan sólo el contenido, sino el enfoque que debe tener el artículo en cuestión. Ellos no hacen esas declaraciones escritas por modestia y por no tener acceso a las páginas de prensa. Si no, veríamos artículos mucho mejores que los de aquellos que escribimos profesionalmente.
Claro que el decirte tu interlocutor todo eso supone en la mayoría de los casos un desahogo que, en otros momentos más que ahora, tenía para ello las cartas al director y esos programas radiofónicos que dejan reducido el pensamiento del comunicante a una frase. Ése es el principal inconveniente de esos espacios de participación ciudadana: que dejan reducida tu reflexión todo lo más a un eslogan.
Por eso, la gente se retrae y suele utilizar estos apartados para temas locales y cercanos, como la falta de iluminación en una calle o los olores molestos de un colector. En mi caso, he notado en los últimos tiempos un recrudecimiento en la oferta de temas sobre los que escribir y es que el personal anda desasosegado con las cosas que pasan en todos lados.
La sensación que tiene es que no se le informa adecuadamente y que, por una razón u otra, los escribidores responden a intereses oscuros en sus artículos. A lo mejor, en uno y otro caso, los críticos tienen razón.