Todas encuestas –menos el CIS de Tezanos, por supuesto– predicen la victoria del PP sobre el PSOE. Lo malo para el Partido Popular es que a medida que va pasando el tiempo su ventaja sobre los socialistas disminuye día a día.
¿De quién es la culpa? En primer lugar del Gobierno que realiza una oposición a la oposición con ánimo de erosionarla, Y no hay más que ver el guirigay con la sanidad madrileña para hundir a ese bastión de la derecha que se llama Díaz Ayuso.
Pero no todo es mérito del PSOE, sino que el propio Núñez Feijóo, con una oposición plana, con propuestas poco concretas y algunas meteduras de pata les está haciendo el juego a sus adversarios. Se acabó lo que se llamaba efecto Feijóo, con el entusiasmo por el cambio de líder y estamos ahora ante la prosaica realidad de que ante Pedro Sánchez no cabe una actitud de respetuoso disentimiento, sino que es preciso utilizar la misma artillería que él usa en su batalla política para mantenerse en el poder.
En esas dudas y vacilaciones se encuentra, pues, el Partido Popular en esta hora y no parece irle mejor al otro pilar de la derecha llamado Vox. Desde la crisis de Macarena Olona todo han sido movimientos convulsos en el partido que cuenta ya con una larga lista de ex miembros molestos con el caudillismo de la formación. Y en el único Gobierno regional del que forma parte, en Castilla y León, su líder, García Gallardo, ha dado sobradas muestras de ineptitud política.
Haría mal, por consiguiente, la derecha en ser optimista y basarse en los repetidos errores de Pedro Sánchez al frente del Ejecutivo. A lo peor para ella, sus nocivos efectos se verán demasiado tarde, cuando haya perdido otras elecciones de todos contra la derecha, como ahora estamos.