Noviembre, cierre eterno e insalvable de hoteles, playas y zonas turísticas por muy buen tiempo que haga y por mucha promoción o proclamas políticas que se puedan realizar. La conciencia de que hay cosas que no cambian se refuerza ante determinadas circunstancias o momentos. Cierres que suponen parar la maquinaria empresarial y la generación de riqueza que sustenta nuestro bienestar. Ya no nos preocupa, ya estamos acostumbrados. No ocurre igual con otro tipo de cierres como el del carril VAO en la autopista al aeropuerto que afectará a la práctica totalidad de conductores de la Isla o del túnel de Andratx por segunda vez y que hará totalmente desaconsejable perderse por los dominios que tan bien narraron Baltasar Porcel o Cristóbal Serra. Digo segundo porque el primero supuso un auténtico caos que los usuarios ya habían olvidado.
Estos días de cierre parcial hemos vuelto a comprobar que las instituciones son ajenas al clamor popular y que solo atienden a luchas políticas. La discrepancia política Andratx - Consell nos ha vuelto a generar repugna y vergüenza. Lo de menos es el desespero de los conductores a los que no se les van a regalar bonos de tiempo o gasolina a partir de hoy, dos de noviembre. Bochorno también cuando hemos observado que solamente tres operarios trabajaban en unas obras que implican cerrar un pueblo y la conectividad con el Finisterre mallorquín en el suroeste. No hay otras rutas, ni para lo ordinario ni en caso de emergencia. El Consell es ahora verdugo y no sabe articular actuaciones municipales. Andratx y Calvià, afectados por el cierre, son incapaces de pedir medidas al unísono y de propiciar soluciones conjuntas que no dará el Consell. Al final nos damos cuenta de que esta política no sabe resolver y, por lo tanto, deviene molesta e ineficiente.
Es normal que vivamos en un permanente cabreo porque la ciudadanía ha sido infectada por la mala vibración de nuestros representantes donde el egoísmo y el interés particular priman. No ha cambiado el no ponerse en la piel del representado y tampoco que este último ejercite su espíritu crítico a la hora de votar. Puede que en mayo lo recordemos, pero seguramente se comprarán voluntades con acciones que maquillarán la ineficiencia que nunca cierra y que siempre tenemos que sufrir. Propongo, pues, que también haya temporada de políticos corruptos e incompetentes y que ellos sean arrasados por el paso del tiempo. Tiempo que no perdona nuestros errores y que nos exige mucho más de lo que podemos pensar. La única rendición de cuentas, la urna, ya está cercana. Hay decisiones y dinámicas que son insultantes, si las aceptamos consolidaremos una sociedad necia y conformista. Todas las promesas de cambio son como ese túnel cuyo estado desconocemos, soportarlo es una molestia que aceptamos porque la oscuridad es algo propio de esta política de tan bajo nivel. Transparencia es una palabra bella, como la luz después del túnel.