La memoria democrática, que tanto molesta a los políticos de Vox, tiene sus frutos y gracias a la insistencia de arqueólogos y antropólogos se han encontrado los restos de Aurora Picornell. Los crímenes execrables de la Dictadura no se conocerían nunca sin la Ley de la Memoria Democrática. Cuidado con blanquear a los fascistas, como han hecho ahora los italianos. Las bestialidades fascistas (Mussolini, Franco, Hitler) las conocemos de sobra. Las hemos visto en documentales de época: estos bestias se vanagloriaban frente a las cámaras de sus atrocidades. Aquí, en Palma, en Mallorca, también los hubo. Un atardecer de 1937, una monja «hermana de la Santa Cruz» llamó a Aurora Picornell en la celda de Can Sales, donde la tenían presa por ‘roja', para que saliera porque alguien la esperaba. Quienes estaban allí eran un grupo de falangistas borrachos para fusilarla. Las religiosas cuidaban de las prisioneras y su finalidad era convertir al catolicismo a las comunistas y republicanas. Por lo sabido, un diputado mallorquín de extrema derecha llama «desenterrador» a uno del equipo que hace los trabajos de campo. El hombre es discreto y no dice su nombre.
El Senado acaba de aprobar la Ley de Memoria Democrática; ha tardado, pero ha llegado al fin. A partir de ahora, los símbolos franquistas desaparecerán de las plazas y de las calles, en pueblos y ciudades de España. Aurora Picornell se ha asomado en Son Coletes para decirnos: «Aquí me asesinaron, llenos de odio (se hallaron cinco balas en su cuerpo), gentes de mí misma tierra».
Mientras escribo esta nota se me pone la piel de gallina porque en mi cabeza se repite la vieja canción: «Jo vinc d'un silenci antic i molt llarg, jo ving d'un silenci que no és resignat». Aurora Picornell no se resignó; no iba aceptar que las funciones de la mujer fueran a dar y a criar hijos para la nueva patria. Ella no sería una mujer doméstica encerrada en el hogar y por eso la asesinaron los de la «gloriosa cruzada», los salvapatrias, los machos ibéricos, los castrados cerebrales de la camisa azul. ¡Qué decepción! En el pecho de Aurora Picornell no han encontrado una cruz, han encontrado una pluma estilográfica.