Mañana, el PSOE se ha citado en la capital hispalenses. Tener 140 años de historia es para celebrarlo, lo que no significa que no haya tenido sus agujeros negros y protagonizado hechos poco o nada edificantes.
Los que tenemos memoria tenemos la suerte de tener recuerdos y el recuerdo más inmediato del PSOE es un recuerdo positivo. La incontestable e irrepetible mayoría más que absoluta lograda por Felipe González fue acogida por muchos con preocupación e incluso con miedo. Sin embargo fueron los gobiernos de González la prueba viva de que España quería la democracia, que pudo más el deseo de cambio que cualquier retroceso.
Era el PSOE de Felipe González un partido tan vivo como disciplinado y que tuvo la inteligencia política de no generar división en la sociedad. El PSOE de aquellos años modernizó España y nos llevó a Europa. De manera deliberada no entró en los errores porque huyó de las lecturas tremendistas y de brocha gorda del pasado porque aquel PSOE colocó a España en el futuro.
Nada más natural que la celebración de mañana pero no va a ser una celebración alegre. Y no lo va a ser porque no es difícil detectar una ruptura emocional entre los que fueron y los que son.
Sigue siendo un partido fuerte porque continúa teniendo una militancia fiel y está presente en toda España, pero no hay liderazgo, hay cesarismo encarnado en Pedro Sánchez con el permiso y la aquiescencia incluso de aquellos que aún estando en el PSOE, piensan y dicen bajito que «así no vamos a ninguna parte».
No es necesario ser socialista para tener un vínculo emocional con el PSOE de Felipe González. Basta con haber vivido aquellos años que muchos desprecian creyendo que con ellos ha llegado la libertad, la democracia e incluso la sanidad pública. Ese vínculo emocional es difícil por no decir imposible con el actual PSOE que para quienes tenemos algunos años nos resulta irreconocible.