Ya se está grabando la serie documental de cuatro capítulos sobre Pedro Sánchez. Hasta el más lelo sabe que este programa, que nos cuenta el día a día del presidente del Gobierno en La Moncloa y otras actividades políticas está hecho a mayor gloria del líder, como las biografías de los santos de antaño.
También, no deja de ser curioso, que su realización y presunta emisión coinciden con las vísperas electorales del año que viene, con lo que cualquier atisbo de crítica no está considerado por el equipo del jefe del poder Ejecutivo, sino más bien al contrario, mostrando los desvelos que el buen hombre dedica a nuestro bienestar colectivo.
Se dice que hasta el momento ninguna cadena o plataforma televisiva ha mostrado interés en adquirir la miniserie, que carece del morbo y la espectacularidad de Sálvame o MasterChef, pongamos por caso, con lo que su audiencia sería menguada en una parrilla en la que prima lo morboso, hasta en los mismos programas políticos.
Pero no nos preocupemos porque nadie va a perder el generoso dinero invertido en la serie. Lo que no se consiga en rating será compensado con los habituales engrases del poder, publicidad institucional incluida, con lo que siempre hay arreglo para un descosido.
La otra pregunta es qué beneficios puede obtener Pedro Sánchez debido al escaso visionado que se presume de la serie. Tampoco hay que preocuparse por que la mayoría de los partidarios de los reality shows no suelen votar, con lo que los teleespectadores del documental son unos viciosos del tema y, por poco visto que sea el programa, siempre puede arañar un puñado de votos que, vistas las cosas como están, pueden ser decisivos.