Recordarán el efecto mariposa, que según la teoría del caos y un viejo proverbio chino anterior, asegura que si una amariposa aletea digamos en Ohio, provoca un tornado de proporciones caóticas cerca de Crimea. Digo Crimea a fin actualizar el efecto, pues podría ser en cualquier sitio. Es igual, porque lo que ahora nos importa es que esa mariposa ya aleteó, y algunas más por cierto, razón por la que hace bastante tiempo que vivimos en el caos generalizado, y sin enterarnos. La prensa no lo dice (no se ocupa del revoloteo de mariposas), pero se le nota. Por ejemplo. Aunque el periodismo sea un género literario, siempre se ha distinguido de la literatura por dar cuenta de lo transitorio, lo fugaz y lo efímero, es decir, de la actualidad, mientras la literatura aborda lo permanente (el amor, la muerte, la guerra, todo eso), y de ahí que los escritores tengan obra, más o menos imperecedera, y los periodistas sólo trayectoria. De X a Y arrastrando los pies, pero sin dejar huella. Claro que eso era así cuando aún había cierto orden en el mundo, lo permanente era permanente y lo transitorio, en efecto, transitorio.
Cosa que no sucede en el reino del caos. Mientras lo permanente ya no es lo que era, y cambia a diario como la programación de la tele (la muerte se oculta, y el amor, sobre todo el romántico, provoca arcadas a la mitad de la población occidental), la actualidad se eterniza, se ha hecho permanente y persistente, y ya sea económica, climática, judicial, costumbrista o política, los periodistas tenemos la irritante sensación de estar contando siempre lo mismo, como si fuésemos poetas elegíacos. Dios sabe cuándo y dónde revolotearía esa jodida mariposa, pero el caos es tal que lo efímero parece durar siempre, como la estatua ecuestre de un caudillo, y a lo que teníamos por permanente, que es la materia del arte, se lo lleva el viento. Normal que la derecha gane en todas partes, pues aunque son gente de orden, se manejan mejor en el caos. Creen en él. Porque el caos tiene sus reglas, imposibles de eludir. Hay que adaptarse. Novelistas, poetas y filósofos ya se han hecho periodistas, porque la mariposa aleteó. A ver si yo tendré que acabar haciendo sonetos.